PARQUE NACIONAL Y NATURAL SIERRA DE LAS NIEVES

La Sierra de las Nieves se localiza en el extremo suroeste de la Cordillera Bética, enmarcándose en la porción más elevada de la Serranía de Ronda (Málaga), constituyendo las montañas más elevadas de la Andalucía occidental, con los 1919 metros de altura del Pico Torrecilla. Su estratégica ubicación geográfica, unida a su particular conformación geológica y orográfica, y la consiguiente complejidad del sustrato, hace que la vegetación se caracterice por su elevada diversidad. La Sierra de las Nieves es un importante refugio para la fauna silvestre. En ella se localizan, fundamentalmente, especies típica de media y alta montaña.

El nombre del parque desvela la presencia de nieve en sus altas cumbres, que antiguamente se mantenía durante todo el año. Los lugareños la almacenaban en los neveros y aprovechando las noches la bajaban mediante mulas, distribuyéndose por pueblos y ciudades.

El Parque Nacional con 22.979,76 hectáreas, comprende los municipios de Benahavís, El Burgo, Istán, Monda, Parauta, Ronda, Tolox y Yunquera, además de aquellos que conforman su zona periférica de protección: Alozaina, Casarabonela, Guaro, Igualeja, Ojén y Serrato.

Sierras blanquecinas y calizas de abruptas formaciones se contraponen con montes alomados de colores rojizos en el Parque Nacional y Parque Natural Sierra de las Nieves, un espacio ubicado al este de la ciudad de Ronda (Málaga).

Los montañeros tienen en este parque una cita con el Pico Torrecilla, de 1.919 metros de altitud, mientras que los amantes de la espeleología prefieren simas y pozos naturales como la del GESM con 1.101 metros de profundidad. Tanto en superficie como en el mundo subterráneo se suceden caprichosas formaciones kársticas originadas por la erosión y posterior precipitación de las calizas. En las cotas más bajas, las peridotitas tiñen de rojo el paisaje. Se trata de unas rocas mucho más impermeables que las calizas y con una especial composición que favorece la aparición de interesantes especies de flora.

De su elevada diversidad biológica da muestra también un inventario florístico que supera las 1.400 especies de plantas, de las cuales, 15 están amenazadas, como el pinsapo, el quejigo de alta montaña y el tabaco gordo. En lo que respecta a la fauna, están presentes casi 200 especies de vertebrados, 14 de ellas incluidas en el Catálogo Andaluz de Especies Amenazadas. La cabra montés, asociada al carácter montañoso de esta sierra, es una de sus especies más emblemáticas.

Otro atractivo de la sierra son los bosques de pinsapos que sobreviven en su interior. Este abeto mediterráneo se halla en las frías y húmedas umbrías; una reliquia botánica que se remonta a la época glaciar de la península. Hoy día sólo se encuentra en esta sierra, en la Sierra de Grazalema y en Los Reales de Sierra Bermeja, siendo la población de Sierra de las Nieves la de mayor tamaño. Algunos de estos árboles rondan los 500 años de edad, como el de la Escalereta, declarado Monumento Natural. Descendiendo en altura destacan las encinas y alcornoques de los montes de Istán y Monda o algunas manchas de algarrobos y castaños en los de Tolox y Parauta. Una forma amena de conocer toda esta diversidad forestal es realizando alguno de los recorridos de ciclomontañismo como el de Monda-Istán.

El Parque Nacional y Natural cobija entre los mamíferos a la cabra montés, fácil de observar en las cotas más altas. Otras especies de interés son el corzo y la nutria, presente en sus ríos. Entre las aves, abundan las grandes rapaces, como el águila real y la perdicera y el búho real. También las propias de los bosques, como el azor y el gavilán.

Este espacio fue habitado por muchas culturas, pero, sin duda, serían los musulmanes los que marcarían en mayor medida el legado histórico de la zona. Ejemplo de ello son los castillos y murallas que existen en Monda, El Burgo, Istán o Tolox. La influencia árabe también está presente en su gastronomía con las gachas de harina con miel, el queso de almendras o la sopa de los siete ramales. Otra visita recomendable en esta zona es a la localidad de Ronda, famosa por su tajo y por albergar la plaza de toros más antigua del país.

Este espacio protegido alberga, además, un rico patrimonio cultural e histórico en el que los primeros vestigios humanos de la prehistoria se solapan con legados fenicios, íberos, romanos, visigodos y, sobre todo, musulmanes. A estos se les debe la extensa red de alquerías, castillos, torres, fortalezas y alcazabas, y también importantes transformaciones agrícolas, definidoras del paisaje con huertas, acequias, albercas, aljibes, norias, molinos harineros y batanes.

DATOS PARQUE NACIONAL


  • Superficie:
    • Superficie total: 22.979,76 ha.
    • Zona periférica de protección: 75.119,86 ha.
    • Área de influencia socioeconómica: 134.140 ha.
  • Provincia: Málaga.
  • Comunidad Autónoma: Andalucía.

La gestión del Parque Nacional de la Sierra de las Nieves corresponde en exclusiva a la Comunidad Autónoma de Andalucía.

  • Reconocimientos internacionales:
    • Reserva de la Biosfera (1995).
    • Carta Europea de Turismo Sostenible (2004)
    • Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo (2006)
    • Red Natura 2000 (2012)

HISTORIA DEL PARQUE NACIONAL


Desde el descubrimiento científico de la especie más emblemática de la Sierra de las Nieves, el Pinsapo (Abies pinsapo), allá por 1837, de la mano del insigne botánico suizo Edmond Boissier, las inquietudes e iniciativas a favor de la Protección y conservación de estas sierras, sus valores naturales y especialmente sus pinsapares han sido continuas y se remontan al inicio de la conservación de espacios naturales en el continente europeo.

Posteriormente, los ingenieros de montes Antonio Laynez, en 1858, y Máximo Laguna, en 1868, o científicos de la talla de Barbey, Ceballos, Vicioso, Martín Bolaños, Roger Ducamp o Gross, se ocuparon a lo largo de los últimos años del siglo XIX y primeros del XX de publicar y proponer medidas de protección para los pinsapares, los quejigales de montaña y los paisajes y recursos naturales de estas sierras.

La declaración del Parque Nacional ha tenido una larga historia adaptada a las condiciones políticas y socioeconómicas reinantes en cada momento, lo que hizo que se prolongara en el tiempo.

En el año 1914 aparecen las primeras voces que piden la catalogación del pinsapar de la Sierra de las Nieves como espacio protegido, seguidas de la propia referencia a estos pinsapares como futurible Parque Nacional que se hace en la exposición de motivos del texto del Real Decreto publicado el 24 de febrero de 1917, como desarrollo de la pionera promulgación de la primera Ley de Parques Nacionales del mundo en 1916. Pero podríamos decir que la primera petición oficial para la protección legal del pinsapar de la Sierra de las Nieves se produce en 1934 a través del Ayuntamiento de Ronda, como lo acreditan varios documentos de su archivo histórico, donde muestran manifiesto interés en aquel entonces por proteger el pinsapar de la Sierra de las Nieves bajo la figura de Sitio Natural de Interés Nacional.

Tras estas primeras iniciativas, tuvo lugar la guerra civil española, con lo que la propuesta quedó en el olvido ante las muchas necesidades imperiosas que había en la España de la posguerra y que retrasaban cualquier iniciativa semejante a tiempos mejores. Una vez implantada la democracia y constituidas las comunidades autónomas, en el año 1989 se produjo la declaración por parte de la Junta de Andalucía del Parque Natural Sierra de las Nieves (Ley 2/1989, de 18 de julio, por la que se aprueba el inventario de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía y se establecen medidas adicionales para su protección). Con esta medida, se inició la protección efectiva de los valores naturales del espacio, al tiempo que también se pusieron en valor mediante su difusión.

La declaración del Parque Natural sirvió además para que, en poco tiempo, tanto por el efecto de participación y conocimiento en el seno de su Junta Rectora como por algunos agentes sociales del territorio, se lograra trasladar y difundir al conjunto de la ciudadanía local lo extraordinario de sus valores ambientales, así como la necesidad de compatibilizar la conservación de los mismos con un acorde y sostenible desarrollo social, económico y de mejora de la calidad de vida de su pobladores humanos. Fruto de esa creciente conciencia local, nacen iniciativas como la declaración como Reserva de la Biosfera de la UNESCO, en 1995, o la renovación de la antigua aspiración de declaración de la Sierra de las Nieves como Parque Nacional.

En esa evolución, en el año 2011 se produjo otro acontecimiento de importancia: en sesión plenaria de fecha 29/12/2011, la Junta Rectora del parque natural, después de muchos años de debate y consideraciones previas, tomó el acuerdo de solicitar a la entonces Consejería de Medio Ambiente la realización de estudios previos sobre la viabilidad real de declarar un parque nacional en el territorio vinculado a Sierra de las Nieves. La Consejería competente en el año 2012 había elaborado un informe-propuesta sobre los valores existentes y las posibilidades de declaración bajo tal figura, concluyendo que la mayor parte del territorio que se proponía cumplía los requisitos necesarios para su declaración bajo la figura de Parque Nacional. Fruto de esta demanda la citada Consejería de la Junta de Andalucía inició los estudios pertinentes que confirmaron la viabilidad del proyecto y sentaron las bases de su actual delimitación geográfica.

Contando con la unanimidad de todos los Ayuntamientos representados y con un resultado de votación de amplia mayoría, la Junta Rectora acordó en 2014 instar a la Junta de Andalucía a que iniciara el procedimiento necesario para la declaración del Parque Nacional.

Este proceso culmina en 2021 con la declaración del Parque Nacional mediante la aprobación de la Ley 9/2021, de 1 de julio, de declaración del Parque Nacional de la Sierra de las Nieves.

Sierra de las Nieves, Reserva de la Biosfera

Sin duda, otro hito muy relevante fue la declaración de la Reserva de la Biosfera Sierra de las Nieves por parte de la UNESCO el 15 de junio de 1995. Esta Reserva de la Biosfera, que se extiende por una superficie de 93.930 hectáreas, acogía el Parque Natural Sierra de las Nieves, con entonces una superficie aproximada de 20.131 hectáreas. La designación de la Reserva de la Biosfera fue promovida por las autoridades locales y los agentes económicos de la zona, abanderados por la Mancomunidad de Municipios Sierra de las Nieves.

Esta declaración sentó las bases del compromiso adquirido por las autoridades y la población de la zona en la consecución de un modelo de vida en el que se promueva un desarrollo social y económico compatible con la protección y conservación de un importante patrimonio natural, cultural y etnográfico. Asimismo, a partir del año 2006, este territorio fue a su vez integrado en la Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo, que une territorios de Andalucía y Marruecos.

VALORES NATURALES


PATRIMONIO GEOLÓGICO


En relación con los valores geológicos del ámbito territorial que abarca el Parque Nacional, cabe destacar principalmente dos aspectos: la belleza de sus paisajes kársticos y la singularidad del afloramiento de peridotitas.

En cuanto al patrimonio geológico de la Sierra de las Nieves, mayoritariamente aparecen las denominadas sierras blancas, constituidas por rocas sedimentarias de calizas y dolomías, que se solapan con las llamadas sierras pardas, compuestas por rocas ígneas  peridotitas), que se vuelven rojizas por la oxidación del hierro que contienen, y las rocas metamórficas (gneises, pizarras y filitas).

Las rocas calizas o carbonatadas dominan los dos tercios septentrionales del Parque Nacional, alcanzándose las máximas altitudes del espacio protegido en el pico Torrecilla (1.919 metros) y Cerro Alto (1.814 metros). Estas cotas son, asimismo, las más elevadas de Andalucía occidental. El carácter soluble de las rocas calizas ante el agua de las precipitaciones ha generado un peculiar relieve denominado kárstico, en el que abundan los tajos, dolinas, lapiaces, simas y manantiales. A destacar, el mayor sistema de cavidades subterráneas de la mitad sur de la Península Ibérica, en el que se encuentran innumerables simas, entre las que destaca la GESM, que con 1.101 metros de profundidad es la más honda de Andalucía. Este impresionante endokarst está vinculado a la existencia de una gran masa de agua subterránea o acuífero, que en algunas zonas posee hasta 1.500 metros de espesor, y que descarga en los nacimientos de tres importantes ríos de la provincia de Málaga: Grande, Genal y Verde.

En el tercio meridional abundan las rocas ultrabásicas o peridotitas, ocupando una importante porción del afloramiento malagueño de este tipo de materiales. En la Sierra de las Nieves forman relieves abruptos con grandes desniveles, al alcanzarse casi 1.500 m. a muy pocos kilómetros de distancia de la costa. Es de extraordinario interés geológico este macizo de peridotitas, el cual representa una porción del manto litosférico subcontinental, emplazado tectónicamente durante la orogenia alpina sobre un conjunto de rocas metasedimentarias constituyendo uno de los afloramientos de material del manto terrestre de mayor envergadura del planeta, cuyo espesor se ha estimado en unos 4,5 kilómetros.

Desde el punto de vista geomorfológico, la Sierra de las Nieves se caracteriza por la confluencia de las siguientes características:

  • La diversidad y amplitud de sus paisajes kársticos.
  • Constituye uno de los mejores ejemplos del karst mediterráneo en transición con la alta montaña.
  • Presencia de formas nivales a muy pocos kilómetros de la costa.
  • Presencia de viejas topografías kársticas en las cumbres.
  • Existencia de manantiales y surgencias de agua (algunas destacan por sus grandes caudales o las propiedades medicinales de sus aguas).
  • Existencia de un profundo karst mediterráneo subterráneo con una dilatada evolución morfológica (sistemas sima GESM – sima de la Luz, sima del Aire, sima Prestá y sima del Nevero).

DIVERSIDAD BIOLÓGICA


Como consecuencia de su estratégica situación geográfica, climatología, variabilidad geológica, abrupto relieve y gran rango altitudinal, el Parque Nacional de la Sierra de las Nieves posee una amplia variedad de hábitats que permite albergar gran diversidad biológica.

Flora y vegetación

Dentro de las denominadas sierras blancas, incluidas en el sector biogeográfico Rondeño, se incluye a las sierras calcáreas y dolomíticas, que poseen una vegetación muy rica y variada. En las áreas basales, más térmicas y secas, dominan los sabinares y pinares de pino carrasco y se encuentran formaciones de ribera dominadas por saucedas y adelfares. En las zonas de media montaña están presentes encinares, pinsapares, sabinares y pinares mixtos con presencia de pinsapos, mientras que en la meseta más elevada es característico

el bosque caducifolio adehesado de quejigos de montaña, salpicado de ejemplares de arces, mostajos y tejos. Por su parte, en las cumbres se localizan los enebrales-sabinares típicos de la alta montaña mediterránea.

Las sierras pardas, que se encuadran en el sector biogeográfico Bermejense, caracterizado por la naturaleza ultrabásica de sus materiales (serpentinas y peridotitas), pobres en nutrientes y ricos en metales pesados y que resultan tóxicos para muchas plantas, se caracterizan por constituir un importante núcleo de biodiversidad al poseer una flora altamente especializada, con un área de distribución muy reducida. Aquí, son dominantes los pinares de pino resinero, que en zonas elevadas y umbría son sustituidos por pinsapares. Bajo

ellos se desarrolla un sotobosque de madroños, coscojas, enebros de la miera, brezos y herbáceas, algunas de las cuales son exclusivas de este tipo de suelos. En los arroyos, son características las saucedas, adelfares y juncales, y también encuentran refugio especies muy singulares, como Galium viridiflorum o Erica terminalis.

Por otra parte, el sector biogeográfico Aljíbico, definido por sus suelos ácidos y elevadas precipitaciones, se encuentra ubicado al sur y suroeste del Parque Nacional. Dentro de este sector predominan los sustratos de naturaleza esquistosa (filitas y gneises paleozoicos), y la formación vegetal que aparece mejor representada es el alcornocal, que se enriquece con pies dispersos de pinsapos en enclaves especialmente húmedos. En los cursos de agua son frecuentes las saucedas y adelfares, dando lugar a paisajes de singular belleza.

Riqueza florística

En cuanto a su riqueza florística, el Parque Nacional cuenta con al menos 1.413 taxones de plantas vasculares, lo que supone un 13,5 % de la flora vascular española, y 257 especies de briófitos identificadas hasta el momento, lo que hace que el conjunto de Sierra de las Nieves sea uno de los puntos de mayor diversidad florística del país.

También debemos mencionar la presencia de 15 especies incluidas en el Catálogo Andaluz de Especies Amenazadas, entre las que destacan el pinsapo (Abies pinsapo), el tabaco gordo (Atropa baetica), catalogadas «En Peligro», y Galium tunetatum, considerada Extinta, aunque posteriormente ha vuelto a ser localizada en el Parque Nacional, así como otras 12 especies catalogadas como «Vulnerables», entre las que se encuentra el quejigo de alta montaña (Quercus alpestris). En el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial se incluyen además otras 17 especies, tejo (Taxus baccata), cerezo de Santa Lucía (Prunus mahaleb), mostajo (Sorbus aria), ciruelo silvestre (Prunus insititia), sauce sarga (Salix eleagnos), narciso (Narcisus bugei), etc.

En cuanto a endemicidad, existe un buen número de especies y subespecies que son exclusivas del sector rondeño, la cordillera Bética o la península Ibérica y el norte de África.

Fauna

La Sierra de las Nieves posee una elevada diversidad faunística, con casi 200 especies de vertebrados registradas, entre las que destacan las aves como grupo mejor representado, con unas 120 especies. Entre ellas se pueden citar el águila real (Aquila chrysaetos), águila perdicera (Aquila fasciata), halcón peregrino (Falco peregrinus), búho real (Bubo bubo), chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax), roquero solitario (Monticola solitarius), roquero rojo (Monticola saxatilis), colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus), avión roquero  (Ptyonoprogne rupestris), vencejo real (Apus melba), escribano montesino (Emberiza cia) o collalba negra (Oenanthe leucura), entre otras muchas. El colirrojo real cuenta en los pinsapares maduros de la Sierra de las Nieves con uno de los más importantes núcleos reproductores para la especie en el sur de la Península Ibérica.

Los mamíferos también poseen una importante representación, mereciendo especial mención la cabra montés (Capra pyrenaica hispanica), asociada al carácter montañoso de estas sierras. Asimismo, es destacable la presencia del corzo andaluz (Capreolus capreolus), vinculado a los bosques de quercíneas, y carnívoros como el meloncillo (Herpestes ichneumon), tejón (Meles meles), garduña (Martes foina), gineta (Genetta genetta) y nutria (Lutra lutra). Por su diversidad y grado de amenaza, tienen gran importancia los quirópteros,

con especies cavernícolas como el murciélago grande de herradura (Rinolophus ferrumequinum), murciélago ratonero grande (Myotis myotis), murciélago ratonero mediano (Myotis blythii), y especies forestales como el nóctulo grande (Nyctalus lasiopterus) y el nóctulo pequeño (Nyctalus leisleri). Entre los roedores destaca la presencia del lirón careto (Elyomis quercinus) y el topillo mediterráneo (Microtus duodecimcostatus).

Respecto a los reptiles se encuentra el galápago leproso (Mauremys leprosa) o la lagartija andaluza (Podarcis vaucheri), así como los eslizones tridáctilo (Chalcides striatus) e ibérico (C. bedriagai) y la víbora hocicuda (Vipera latastei).

Entre los anfibios destaca la subespecie de salamandra común, Salamandra salamandra longirostris, sólo presente en las sierras de Cádiz y Málaga, el sapillo pintojo ibérico (Discoglossus galganoi), el sapillo moteado ibérico (Pelodytes ibericus) y el sapo común (Bufo spinosus).

En cuanto a la fauna piscícola, cabe citar la presencia del cacho de Málaga (Squalius malacitanus), endemismo de las provincias de Málaga y Cádiz, y del pez fraile o blenio de río (Salaria fluviatilis), especie amenazada que encuentra en la Sierra de las Nieves sus últimos reductos en Andalucía.

En el grupo de invertebrados, la especie más significativa es el cangrejo de río autóctono (Austropotamobius pallipes), aunque también es destacable la presencia de libélulas amenazadas como Macromia splendens, Oxygastra curtisii y Gomphus graslinii.

Entre los caracoles terrestres es de destacar la presencia de especies rupícolas como Chondrina calpica, Pyramidula rupestris o Iberus gualtieranus.

Respecto al grado de amenaza, existen 14 especies incluidas en el Catálogo Andaluz de Especies Amenazadas, de las que 2 se consideran “En Peligro”, como el cangrejo de río autóctono y la libélula Macromia splendens, y 12 “Vulnerables”, estando presentes entre ellas especies tan representativas como el águila perdicera, colirrojo real y al menos 7 especies de murciélagos.

BOSQUES DE PINSAPO


Los pinsapares constituyen una de las formaciones vegetales más singulares de la Península Ibérica debido a la importancia ecológica de su especie dominante (Abies pinsapo) y a su escasa extensión, estando su distribución restringida a las provincias de Málaga y Cádiz, en la Sierra de las Nieves, Sierra Bermeja y Sierra de Grazalema. En el Parque Nacional se encuentra el 72,5% de las masas de pinsapar que sobreviven hoy día.

Es la única manifestación de abetal que se desarrolla en un ámbito estrictamente mediterráneo dentro de la Península. Su distribución es consecuencia de su aislamiento biogeográfico en zonas en las que las características ecológicas son muy parecidas a las que pudieron existir en épocas pasadas. Esto ha provocado un aislamiento genético y, en consecuencia, una evolución independiente de la de otros abetos circunmediterráneos.

Se trata de una formación forestal de carácter relicto, constituida por un dosel arbóreo denso, frecuentemente monoespecífico y dominado por Abies pinsapo, y que asemeja la fisonomía de un bosque boreal de coníferas inmerso en una región de clima mediterráneo.

Ocupa localidades caracterizadas por un ombroclima húmedo e hiperhúmedo, con una estación seca y cálida que salvan refugiándose en orientaciones de umbría situadas entre los 1.000 y 1.800 metros de altitud, donde las temperaturas no son tan extremas y el efecto del estiaje se amortigua.

En la Sierra de las Nieves es especialmente destacable la presencia de masas de pinsapos sobre peridotitas, en enclaves donde las condiciones ecológicas que confluyen son especialmente particulares. Estos pinsapares ocupan zonas muy húmedas y umbrías sobre un sustrato edáfico rico en metales pesados, que resulta tóxico para gran parte de las especies vegetales, condicionando por tanto la composición florística y las comunidades vegetales que lo acompañan, que adquieren un alto grado de endemicidad y exclusividad.

QUEJIGAL DE ALTA MONTAÑA


Quercus alpestris presenta un importante valor botánico y ecológico, pues constituye las formaciones de quejigos desarrolladas a mayor altitud de la Península Ibérica, en cotas comprendidas entre los 1.600 y 1.800 metros (piso supramediterráneo) con ombroclima húmedo a hiperhúmedo. Además, también es original por desarrollarse sobre sustrato básico y en suelos poco profundos.

Se trata de una formación única, adehesada, dominada por ejemplares de quejigo muy viejos, de más de 300 años, en muchos casos con troncos ahuecados y con un porte característico modelado por el efecto de la nieve. Esta envejecida arboleda está acompañada de pies salpicados de pinsapos, arces, tejos y mostajos, y una orla espinosa de agracejos y majuelos.

FLORA Y FAUNA


VALORES CULTURALES


La Sierra de las Nieves es un territorio lleno de historia y cultura, resultado de una situación privilegiada entre el mar Mediterráneo y la depresión Bética, en las cercanías del continente africano, lo que sin duda ha marcado tanto sus características físicas como sus peculiaridades etnográficas y culturales. A lo largo de los siglos, la actividad humana ha ido modelando el territorio en consonancia con las necesidades de las diferentes culturas que han pasado por él, desde la prehistoria a la manteniendo una intensa relación con la naturaleza, lo que ha generado un rico patrimonio histórico.

Patrimonio histórico y monumental

Los primeros vestigios humanos de los que hoy se tiene constancia en la Sierra de las Nieves corresponden a restos de herramientas líticas del Paleolítico Superior con cronologías que abarcan entre los 200.000 a 300.000 años encontrados en el paraje de El Juanar, en Ojén. No obstante, los testimonios más numerosos de la Prehistoria datan del Neolítico, donde, en estas grandes sierras calizas, encontramos multitud de cuevas y abrigos que atesoran un importante legado arqueológico y pictórico rupestre, como las cuevas de la Tinaja, en Tolox; la de las Vacas y la sima de las Tinajas, en la pedanía de Jorox, en Alozaina; la cueva del puerto del Viento, entre Ronda y El Burgo, así como numerosos talleres líticos como el de Ardite, entre Alozaina y Guaro, o los varios de El Burgo. También destacan de esta época restos de algunos asentamientos y numerosos dólmenes, como el de la Laja en El Burgo, el de la Giganta en Ronda, o los ricos en restos de Los Almendrillos y el Tesorillo de las Llanás, en Alozaina, en los que ídolos, adornos, hojas de sílex y hachas pulimentadas, ya dejan notar una temprana dedicación a la agricultura de las poblaciones locales.

La llegada de los pueblos colonizadores orientales (fenicios, griegos, púnicos) a las costas mediterráneas provocan unos importantes cambios socioeconómicos y culturales en las poblaciones locales, los pueblos íberos, de cuya presencia existe importantes vestigios relacionados con determinados asentamientos, espacios fortificados, santuarios, necrópolis, principalmente en el entorno de Ronda, donde sobresalen la Silla del Moro y las fases tempranas de la ciudad de Acinipo y de la de Arunda. En la zona este aparecen vestigios iberos en Monda, Guaro, Alozaina, Casarabonela entorno a un potente oppidum ibérico, el del cerro del Aljibe, a los pies de río Grande.

La Sierra de las Nieves no escapó a los efectos del expansionismo romano, que integró en su extenso imperio socioeconómico y cultural, un enorme territorio. De una extraordinaria importancia en la zona aparecen restos de varias calzadas, como la de Monda, y aprovecharon las tierras llanas, fértiles y próximas a cauces fluviales para instalar numerosas explotaciones agrícolas, las villae (que aparecen en alto número en Ronda, Serrato, Casarabonela, Guaro, Alozaina…), que sometieron a una importante transformación a los paisajes con la intensificación de la explotación de los cultivos de cereal, vid y olivo para exportación. Los romanos debieron aprovechar también los recursos silvícolas y pastoriles de los espacios serranos, pero su huella en estos ámbitos o es menos visible o ha pasado más desapercibida. Esa transformación también afectó a los residentes, que con el tiempo debieron adoptar el latín y la cultura romana hasta tal punto que en el territorio que ocupa la Sierra de las Nieves y sus inmediaciones, se fundaron varias ciudades romanas que evolucionaron de núcleos protourbanos previos. El caso más singular es el de la espectacular ciudad romana de Acinipo, que conserva uno de los teatros romanos mejor conservados del mundo y que llegó a contar con una ceca para acuñar moneda.

La crisis del imperio romano desatada entre los siglos III y IV dio paso a un período de inestabilidad y vacío de poder aprovechado por los llamados pueblos bárbaros (visigodos, suevos, vándalos y alanos), que conllevó unos dramáticos cambios en todo el orbe romano y, por supuesto, en la Sierra de las Nieves. Muchas ciudades perdieron población a favor de las zonas rurales (Acinipo se abandona en estos momentos y cobra mayor importancia Arunda, origen de la actual Ronda) donde las villae se engrandecen en un contexto económico mucho más ruralizado, se dotan de bellos mosaicos, termas -como la de Morosanto (Ronda) o la del Polvillar (Guaro)- y cuyos propietarios, grandes y acaudalados terratenientes, empiezan a detentar un creciente control y poder sobre la población campesina local, unas gentes cada vez más dependientes de estos señores/potentiores. Muchos campesinos, para huir de esa dependencia, de ese temprano proceso de servidumbre y de una espantosa presión fiscal, huyen a los espacios serranos, a lugares poco accesibles, donde fundan pequeños asentamientos con algunos sencillos elementos defensivos, lugares en los que desarrollan una agricultura y ganadería de subsistencia.

La llegada de los musulmanes supuso un importante cambio. A nivel social se produjo la convivencia de mozárabes (cristianos bajo dominio musulmán), muladíes (neomusulmanes), beréberes y árabes. De estos primero siglos medievales y asociados a la revuelta del famoso caudillo muladí Omar Ibn Hafsún, existe cientos de pequeños asentamientos y fortalezas, también algunas iglesias rupestres destacando la de Alozaina y Ronda. La derrota de los hafsuníes y de los muladíes de todo al-Andalus y la imposición del Estado andalusí de manos de los Omeyas, que establecieron su fabulosa capital en Córdoba, supuso un importante cambio en el patrón de asentamiento en la Sierra de las Nieves, pues muchas pequeñas poblaciones se abandonaron y sus gentes fueron trasladadas a otras áreas más fácilmente controlables por el poder cordobés. 

A los musulmanes no sólo se les debe la extensa red de alquerías, castillos (Istán, Monda, Tolox, Yunquera, El Burgo, Casarabonela), torres (Guaro, Benahavís…), fortalezas -germen mismo de la mayoría de los pueblos- y alcazabas, sino también importantes transformaciones agrícolas de extraordinaria riqueza siendo la agricultura irrigada uno de los mayores legados: al secano se une un paisaje nuevo, el de las huertas, avenadas por infinitas acequias y llenas de un extenso y extraordinario patrimonio ligado al agua: albercas, aljibes, norias, molinos harineros, batanes… que podemos contemplar en Istán, Ojén, Monda, Guaro, Tolox, Alozaina-Jorox, Casarabonela o Yunquera

Tras la conquista cristiana, culminada en 1492, las mezquitas se arrasaron, quedando en pie en el mejor de los casos el alminar ahora transustanciado en campanario -son los casos del alminar de Santisteban, en Ronda, o de los campanarios de las iglesias de Ojén, El Burgo e Igualeja- y se construyeron en su lugar iglesias y ermitas. El paisaje y el paisanaje, cambian nuevamente y con ello los nombres de lugar: se abandona paulatinamente la toponimia andalusí por otra cristiana que en algunos casos conserva algunos topónimos precedentes, hoy día de gran valor documental.

Los cristianos trataron de asimilar malamente a la población musulmana, ahora bajo el estatuto de moriscos o cristianos nuevos, desatándose varias revueltas y levantamientos que acabaron con la expulsión de los moriscos y la repoblación con gentes cristianas procedentes mayormente de la Baja Andalucía y de Extremadura. Con la expulsión de los moriscos se puede dar por finiquitado el período andalusí en la Sierra de las Nieves.

De épocas más recientes destaca la belleza de los pueblos encaramados en las laderas de las montañas, o sobre prominentes montículos, a modo de compacto grupo de casas blancas en los que siempre son de reseñar como construcciones singulares las iglesias, algunas casas señoriales o infraestructuras hidráulicas como fuentes y lavaderos públicos. Sin embargo, lo más destacable de la zona desde el punto de vista monumental es, sin duda, la ciudad de Ronda, cuna de la tauromaquia, y en el que su Puente sobre el Tajo o la plaza de toros, son mundialmente conocidas.

Patrimonio etnográfico

La relación del Ser Humano con el medio natural en la Sierra de las Nieves a lo largo de miles de años no sólo nos ha legado un extenso y extraordinario patrimonio arqueológico y constructivo monumental, de esa relación también han surgido otros patrimonios más relacionados con las actividades económicas tradicionales. Y es que esta enorme diversidad de suelos, de nichos ecológicos, de climas han puesto a disposición del ser humano una ingente cantidad de recursos que ha venido explotando desde algunas fases tempranas de la prehistoria.

El campesino ha tenido primordialmente en los cultivos de secano la base de su economía donde el cereal siempre ocupó un espacio menor, más destinado al autoconsumo que otros cultivos, como el de la vid, que campó en estas tierras durante casi mil años y que abasteció de pasas a media Europa. Con la crisis del siglo XIX vino a ser sustituida por dos viejos conocidos del secano, el olivo y el almendro, que ocuparon los ancestrales bancales que habían habitado generaciones y generaciones de vides, configurando nuevas dinámicas económicas y unos paisajes agrícolas completamente diferentes.

De la explotación de los productos de secano, además del invaluable legado inmaterial que reside en los conocimientos técnicos de agricultores y jornaleros ya muy mayores, se conserva determinados espacios como las eras para trillar el cereal; los antiguos molinos de aceite, junto con el saber de los viejos molineros, donde se exprimía (y se exprime) ese oro líquido que cada año brotaba (y brota) de los olivos dando un sentido y una personalidad a la gastronomía comarcal; los paisajes de bancales de piedra que ascienden por los piedemontes serranos, donde residen olivos y almendros; las pequeñas casillas y chozas donde se refugiaban los campesinos, los derruidos lagares y escasos paseros,…

Aunque los cultivos de secano dominan el medio agrícola en la Sierra de las Nieves, no podemos ni debemos obviar el profundo legado andalusí que reside en los regadíos, en los espacios de huerta. Los musulmanes eran unos auténticos maestros del agua que la canalizaron y aprovecharon para diseñar productivas huertas allí donde brotaba un manantial o discurría un cauce fluvial. A través de acequias, partidores, albercas brotan árboles frutales, verduras y hortalizas.

El legado cultural inmaterial y material de las huertas es trascendental; al antiguo oficio de agricultor y los conocimientos inherentes al cultivo de productos de la huerta, hemos de añadirle el de alcalde del agua, el responsable de administrar las aguas entre los regantes y evitar conflictos entre ellos, oficio que hunde sus raíces en el mundo andalusí; el de molinero de harina era otro oficio capital asociado a las huertas, pues además de la red de acequias, albercas, partidores, había molinos harineros (más de medio centenar en toda la Sierra de las Nieves) que aprovechaban la fuerza del agua para su funcionamiento. No eran los únicos ingenios hidráulicos asociados a los regadíos, pues también se ha documentado algunos batanes donde se elaboraban paños. El paisaje de huertas, las redes de acequias y albercas, azudes y presas, aljibes, pozos, norias forman una mínima parte de la herencia de la cultura del agua.

Asociado al agua en los pueblos nos encontramos con un sinfín de fuentes y abrevaderos, muchos de origen andalusí, así como antiguos lavaderos, espacios para el duro trabajo femenino de lavar la ropa.

Un oficio quizás poco conocido, pero de gran implantación, fue el de tejero, el trabajador que debía transformar el barro primordial en tejas y ladrillos para la construcción. Es un oficio también muy antiguo y exigía no sólo unos conocimientos técnicos muy específicos, sino también contar con unas instalaciones, los hornos, apropiadas y con materia prima suficiente. En algunos de los pueblos se han conservado los tejares, mal que bien, en otros ya sólo queda el recuerdo plasmado en alguna vieja foto o su huella toponímica. Tejeros ya no queda ninguno.

Otro de los aprovechamientos más extendidos fue el de la roca caliza para su transformación en cal, que se empleaba inicialmente en la construcción, como aglutinante y que con el tiempo y debido a su poder bactericida, empezó a aplicarse a las superficies. En casi todos los pueblos aparecen grandes estructuras cilíndricas semiexcavadas en el suelo y recubiertas de piedra. Son los hornos de cal que los caleros rellenaban sabia y pacientemente con rocas calizas que luego cocían durante varios días y noches. Cuando el horno se apagaba y enfriaba, se extraía la cal y se vendía en el pueblo o en otras poblaciones.

No ha sido el de calero el único aprovechamiento de los recursos geológicos, pues la diversidad del sustrato geológico dio lugar en el pasado a la aparición de numerosas explotaciones mineras de la que se extraía numerosos minerales metálicos (plomo, zinc, hierro), la mayoría de una carácter menor, a excepción de las de San Eulogio (entre Yunquera y El Burgo), que llegó a abastecer a la Real Fábrica de Hojalata de San Miguel (Júzcar) en el siglo XVIII y la de El Peñoncillo, en Ojén, de hierro, explotada desde el siglo XIX por empresas españolas que instalaron unos altos hornos en Marbella, al pie del panocho río Verde, e inglesas y que cerró finalmente en la segunda mitad del siglo XX.

Pero el oficio con más renombre, quizás, es el de nevero. Y no es para menos. Se trata de un oficio perdido que podemos certificar su nacimiento, 1565 y su muerte, mediados del siglo XX. En las cumbres más altas de la Sierra de las Nieves y a partir de mediados del siglo XVI se desarrolló este oficio cuyo cometido era el de transformar la nieve en hielo almacenándolo en pozos de nieve o ventisqueros, cuyas ruinas hoy día aún son apreciables, además de en cuevas y en simas. El hielo era transportado en bestias a diversos y distantes puntos como Málaga, Sevilla, Cádiz, Jerez de la Frontera, Tarifa, Gibraltar, incluso llegaba a la ciudad de Ceuta. El patrimonio nevero de la Sierra de las Nieves es verdaderamente increíble, irrepetible, único. La explotación de las nieves fue la que hizo que el nombre de Sierra de las Nieves se acabara extendiendo e imponiendo.

Gastronomía

La gastronomía es reflejo de la mezcla árabe y cristiana forjada en la zona y de los productos que ofrecen los aprovechamientos agropecuarios locales. Se basa en la riqueza y variedad de los cultivos y en la gran cantidad de frutos y otros productos: carnes, hortalizas y frutas de temporada, aceitunas, almendras, cereales, espárragos, setas, tagarninas y plantas aromáticas. Con la combinación de estos alimentos se elaboran platos sencillos característicos de la gastronomía local y diferenciados según la población de procedencia, entre los que se pueden citar: los guisos de chivo (en caldereta o al ajillo), berzas y potajes, una gran variedad de sopas (mondeña, tolita, de los siete ramales, panocha, de caldo “poncima”, hervías”…), malcocinado, migas, olla, guiso de chícharos, de cagarrias, aceitunas aliñadas, roscos tontos, roscos de vino y almendras, tostón de castañas, etc.

Mención especial merecen las aceitunas aliñadas, de una variedad especial, la aloreña de Málaga, están consideradas las de mayor calidad del mercado como aceitunas de mesa, siendo la primera de estas características en contar con Denominación de Origen Protegida.

Asimismo, la particular combinación de características edáficas (suelos) y climáticas hacen de este territorio una zona vitivinícola singular. Existen numerosos registros históricos que dan prueba de ello desde el siglo I a.C. Hasta la plaga de la filoxera a finales del siglo XIX, existían numerosas y pequeñas explotaciones por toda la serranía. De los excedentes de la producción vinícola se desarrolló la destilación de licores de mayor graduación, en los que destacó sobremanera el famoso Aguardiente de Ojén.

Fiestas, tradiciones y folklore

El folklore, las fiestas y celebraciones populares, las romerías inundan el ciclo festivo de este montañoso territorio a lo largo de año ya que la Sierra de las Nieves atesora un importante patrimonio festivo.

El ciclo festivo de la Sierra de las Nieves es de una riqueza extraordinaria. Al comienzo del año, en el mes de febrero tiene lugar el Carnaval, al que se le atribuye un origen pagano y que tiene en el Día de los Polvos de Tolox y los Harineos de Alozaina dos de los momentos más importantes en los que, según la tradición, el varón buscaba a la mujer que le gustaba y la empolvaba o harinaba para hacérselo saber. Son días donde antaño se bailaba a corro y se cantaban coplas carnavalescas que, en algunos pueblos, están tratando de recuperar. El Carnaval finalizaba con el entierro de la sardina dando comienzo a un tiempo nuevo, la Cuaresma -período litúrgico en el calendario cristiano destinado a la preparación de la Pascua-, tras la cual llega la esperada Semana Santa.

La Semana de Pasión o Semana Santa que hunde sus raíces en los siglos medievales, se vive con hondo fervor y multitudinaria participación en cada una de nuestras poblaciones; no en vano es una de las señas más importantes de nuestra identidad cultural. En Ronda, que tiene la distinción de Fiesta de Interés Turístico, tiene un especial arraigo pues comenzó a celebrarse en una fecha muy temprana, a primeros del sigo XVI, tras la conquista castellana. En algunos lugares se realiza una interpretación en vivo de la vida y Pasión de Jesús -reminiscencia del ancestral teatro popular religioso- destacando especialmente El Paso de Istán. Otros ejemplos los tenemos en Casarabonela y Alozaina. En cada uno de ellos la celebración siempre tiene un momento cumbre, un momento especial. En tal sentido podemos destacar a Monda durante la procesión de la noche del Jueves Santo, en la que las imágenes de Cristo Crucificado y la Virgen de los Dolores son llevadas por las calles bajo un sepulcral mutismo sólo roto por el parsimonioso compás de las horquillas y alguna que otra desgarradora saeta, alumbrándose el camino por velas y cirios hasta el monumento del Calvario, a las afueras. Allí, en un mágico y espeso silencio alumbrado por centenares de temblorosas y devotas velas, se encuentran ambas figuras frente a frente, se balancean y se aproximan como si María quisiera besar a Jesús -relicto de la teatralización medieval- dejando de ser tallas de madera para convertirse en una Madre de carne que despide a su Hijo y llora por su muerte bajo un poético manto de luz argentada, lechosa y maternal, que irradia una apoteósica Luna llena.

Tras la Semana Santa se abre una nueva etapa festiva que tiene como marco los meses de mayo y junio. Son el tiempo de algunas romerías como las de Jorox y Guaro, de las noches de San Juan y de las fiestas de Corpus Christi, entre las cuales destacan dos municipios, el de Yunquera donde las calles por las que pasa la procesión se estampan de ramas de palmeras, flores de vivos colores, mastranto y otras plantas aromáticas que crean un variopinto ambiente de colores y olores. El otro pueblo es Alozaina, igualmente ataviado donde tradicionalmente se crujen los zurriagos, suerte de cuerda trenzada con juncia -un junco flexible- y que pretenden espantar los malos espíritus. Todo un espectáculo sonoro, oloroso y visual.

Julio y agosto son el tiempo de ciertas fiestas patronales, como la de San Roque de Tolox con su famosa Cohetá, que emula el recibimiento que se hacía a los jornaleros que volvían de la campiña. Y romerías como la de la Virgen del Carmen de Yunquera, la de la Virgen de las Nieves en El Burgo o la de la Virgen del Rosario de Parauta.

Sigue el ciclo con las ferias en septiembre y octubre, destacando las de Alozaina -cuyo origen se encuentra en una feria de ganado- y Ojén. El primero de noviembre se celebra el Día de todos los Santos, en el que los vecinos de Istán y Ojén salen al campo y celebran una tostoná o tostón con las castañas recién recogidas. 

Las fechas navideñas son también el marco de numerosas expresiones festivas como los zambombeos de Istán, las animadas pastorales de Monda, las Mayordomas de Guaro, el Día de las Mozas de Tolox o los flamígeros Rondeles de Casarabonela.

Junto a estas fiestas tradicionales van apareciendo con el tiempo otras como las de carácter marcadamente gastronómico como el Día de la Sopa Mondeña (Monda), la Sopa de los Siete Ramales (El Burgo), la Feria del Vino y la Castaña (Yunquera) o el Día de la Naranja (Istán). A ellas se suman algunos festivales de música como el Ojeando (Ojén) o culturales, como la Luna Mora de Guaro.

La tradición oral de la zona de influencia del Parque Nacional Sierra de las Nieves es importante y se encuentra compuesta por cuentos y leyendas populares, romances, coplas, canciones. Muchas de las leyendas e historias surgen del mundo morisco y tienen como tema central la lucha o el enfrentamiento entre moriscos y cristianos en la tesitura de la revuelta morisca de 1568 (las Mozas o la Cencerrá de Tolox, por ejemplo; María Sagredo, en Alozaina), acontecimientos que habiendo surgido de una realidad histórica han trascendido al mundo de las leyendas e historias populares. Leyendas de tesoros ocultos, como la del tajo de Pompeyo o la fuente de la Villa (en Monda), o de brujas, como la de la Caína. No podían faltar las de amor, como la de la Buena Villeta, en Monda; la de Castaño Santo, relacionada con la conquista castellana y el comienzo de la cristianización de estas tierras… 

Pero si hay una figura recurrente en el universo folclórico serrano esa es la del bandolero. Al bandolero lo idealizaron y lo hicieron famoso los innumerables viajeros románticos que en el siglo XIX recalaron por estas sierras escribiendo numerosos diarios y libros de viajes donde este personaje siempre ha encontrado un espacio especial. Pero despojado de su imagen idealizada y romántica, nos encontramos con bandidos, ladrones, proscritos y gente bastante cruel que se buscaba la vida al margen de la ley.

Las leyendas populares, los cuentos, las viejas historias de estos pueblos están todavía por recopilar y salvaguardar. Estamos ante un patrimonio cultural extremadamente delicado porque en muchos casos las nuevas generaciones desconocen esas tradiciones. Con la pérdida de la gente mayor, que es la que las conoce, ese patrimonio oral va desapareciendo.

Artesanía

En la Sierra de las Nieves antaño se desarrollaban innumerables producciones artesanas, vinculadas a la necesidad de autosuficiencia de una población asentada en localidades de ámbito serrano. Ello dio origen a una cultura relacionada con caminos y arrieros, que ha hecho perdurar hasta hoy día artesanías como la talabartería, basada en productos tales como paja, lienzo y cuero.

En municipios como Igualeja, Istán, Parauta o Casarabonela perdura una especial artesanía del esparto y el palmito, en la que se usan técnicas parecidas a las textiles. Este tipo de artesanía se relaciona con la fabricación de multitud de enseres para la vida diara, como espuertas, canastos y capachas, y para útiles en las labores de extracción de aceite y la fabricación de quesos o vinos.

Otros productos artesanos se relacionan con el trabajo de la madera (en El Burgo y Ronda) y la forja (Alozaina, El Burgo, Guaro, Ronda y Yunquera). Además, destaca la presencia de talleres de cerámica, de gran interés en localidades como Alozaina, El Burgo y Ronda.

En cuanto a productos de consumo, la tradición quesera a partir de leche de cabra, que se da en la mayoría de los pueblos del entorno de Sierra de las Nieves, constituye otra referencia del acervo cultural agropecuario de este territorio, dando origen a quesos de distinta aduración y excelente calidad.

PARQUE NACIONAL Y NATURAL DE SIERRA NEVADA

El Espacio Natural Sierra Nevada, integrado por el Parque Nacional y Parque Natural del mismo nombre, impresiona por ser un extenso macizo montañoso con un relieve compacto y por tener la cima más alta de la Península Ibérica, el Mulhacén con 3.479 metros. Integrado en la cordillera Penibética se extiende desde el sudeste de Granada hasta el extremo occidental de Almería. Debido a su gran variedad paisajística y a poseer unos valores naturales exclusivos ha obtenido diversas figuras de protección. Además de ser parque natural y parque nacional, está reconocido internacionalmente como Reserva de la Biosfera.

La climatología y la diferencia de altitudes han posibilitado que en su interior crezca un gran número de plantas, especialmente adaptadas a las difíciles condiciones. En la alta montaña, como en el Veleta o en el Tajo de los Machos, al refugio de roquedos y entre las grietas naturales de la roca, se puede disfrutar de la identificación de especies exclusivas como la violeta de Sierra Nevada o la estrella de las nieves. A esta altitud también se localizan hermosos valles de origen glaciar como el de Siete Lagunas. A media altitud dominan el paisaje los bosques de hoja caduca compuesto por robles melojos, arces, cerezos silvestres y castaños. Estos bosques cambian la fisonomía del paisaje a lo largo de las estaciones; durante el otoño comienzan a perder las hojas y son los colores ocres los que predominan; sin embargo, con la llegada de la primavera y el resurgir de los nuevos brotes, se instalan los verdes intensos. Ya en los pisos más bajos se encuentran encinares como los Montenegro y, por último, el bosque de ribera que acompaña el cauce de los ríos.

Esta variedad vegetal y climática determina una gran riqueza fáunica. En la alta montaña se contempla el vuelo del acentor alpino, los roqueros solitarios o las chovas piquirrojas. Permaneciendo en silencio, entre las sombras del bosque de ribera, es posible que aparezcan el mirlo acuático, la oropéndola o el llamativo martín pescador. La majestuosa águila real, en cualquier momento, también puede surcar estos cielos.

Al abrigo de la masa boscosa y del espeso matorral vive una amplia comunidad de mamíferos como el jabalí, el zorro, el tejón o la jineta. De entre todos ellos, sin duda, es la cabra montés, muy extendida por estas cordilleras, la que se puede contemplar desde el Valle del río Dílar o del barranco del Poqueira ascendiendo por las laderas y en lo alto de los roquedos. La comunidad de invertebrados también es representativa; existen muchas especies que son exclusivas de este entorno, entre ellas, más de veinte especies de mariposas y más de treinta de escarabajos.

Tartessos, fenicios, griegos, cartagineses y romanos poblaron estos entornos, pero sin duda, fueron los árabes los que dejaron un importante legado, que aún perdura en la arquitectura y los sistemas de regadío, como las acequias. Respecto a la arquitectura, son llamativos los pueblos de la Alpujarra, caracterizados por sus casas blancas situadas en las laderas de las montañas, ventanas de pequeño tamaño, tejados planos, esbeltas chimeneas y porches denominados tinaos que cubren de lado a lado la calzada.

Muy importante es la industria turística que se ha desarrollado en torno a esta zona. Los aficionados al esquí, el montañismo, la pesca o el senderismo encuentran aquí un adecuado lugar de ocio donde disfrutar en vacaciones.

DATOS PARQUE NACIONAL


  • Superficie:
    • Superficie total: 85.883 ha.
    • Zona periférica de protección: 86.355 ha.
    • Área de influencia socioeconómica: 266.690,91 ha.
  • Provincia: Granada y Almería.
  • Comunidad Autónoma: Andalucía.
  • Coordenadas localización (Latitud, Longitud):
    • 37° 12′ 40» N, 3° 32′ 51» O
    • 36° 56′ 26» N, 2° 39′ 50» O

Desde el 1 de julio de 2006, la gestión del Parque Nacional de Sierra Nevada corresponde en exclusiva a la Comunidad Autónoma de Andalucía

REAL DECRETO 712/2006, de 9 de junio, de 9 de junio, por el que se amplían las funciones y servicios de la Administración del Estado traspasados a la Comunidad Autónoma de Andalucía, en materia de Conservación de la Naturaleza (Parques Nacionales de Doñana y Sierra Nevada).

  • Reconocimientos internacionales:
    • Red Natura 2000
    • Reserva de la Biosfera (1986)
    • Carta Europea de Turismo Sostenible (2004)
    • Lista Verde de Áreas Protegidas UICN (2014)
    • Reserva Natural Fluvial

HISTORIA DEL PARQUE NACIONAL


Sierra Nevada, un espacio de alto valor ecológico y cultural

La «Sierra del Sol», como la denominaban en la Edad Media, alberga un rico patrimonio cultural e histórico en el que se solapan y enriquecen legados tartesos, romanos y visigodos, singularmente en la vertiente alpujarreña. Lo más significativo del período musulmán son las sofisticadas técnicas de regadío, cuyas acequias y regatos surcan las laderas recogiendo agua del deshielo y la escorrentía para ser aprovechada en usos y actividades tradicionales. Sierra Nevada es en sí un elemento de identidad cultural para las gentes de estas tierras, cuyo interés viene a ser refrendado ahora por el legislador al declarar su conservación de interés general para la Nación.

Sierra Nevada: Reserva de la Biosfera

En el ámbito internacional, la red mundial de Reservas de la Biosfera hace referencia a zonas ecológicas representativas de las distintas regiones biogeográficas que constituyen espacios de gran diversidad biológica, con características naturales de gran interés científico o que representan ejemplo de paisajes en los que la interacción hombre-naturaleza es modélica. Son espacios de alto interés para su conservación, que se configurarán como áreas piloto para el ensayo de fórmulas de gestión dirigidas a la conservación y desarrollo sostenible de los recursos, y cuyos resultados sean extrapolables a otras regiones más extensas. Por todo ello, el programa MaB (Man and the Biosphere) de la UNESCO se constituye en un nuevo ámbito de investigación en las relaciones entre los sistemas ecológicos y el hombre.

El concepto de «Reservas de la Biosfera» se concibió a mediados de la década de los 70, aunque no se plasmó como conjunto de orientaciones concretas hasta el Congreso Internacional de Reservas de la Biosfera, celebrado en la ciudad de Minsk (Bielorrusia) en 1983. De esta reunión emanó un Plan de Acción que contenía directrices, recomendaciones y una serie de medidas a poner en práctica en estos espacios.

Posteriormente, en la Cumbre de Río se planteó la necesidad de revisar y actualizar nuevos documentos de trabajo para la Red Internacional de Reservas de la Biosfera.

En el marco de una reunión internacional de expertos sobre las Reservas de la Biosfera, celebrada en Sevilla, en 1995, se elaboró un nuevo documento que adecuaba el concepto de Reserva a las actuales condiciones ambientales y sociales.

Básicamente, las Reservas han de cumplir tres funciones:

  • La conservación de la diversidad biológica, los recursos genéticos y los ecosistemas.
  • El desarrollo sostenido de los recursos de la región, en estrecha colaboración con la población local.
  • Su integración en una Red Internacional como base para la investigación, la enseñanza y la vigilancia del medio ambiente.

Existen más de trescientas Reservas de la Biosfera en todo el mundo. En 1977 la UNESCO declaró las dos primeras Reservas de la Biosfera españolas: Grazalema y Ordesa-Viñamala. En 1978 se añadieron Doñana y el Montseny. Sierra Nevada fue la décima, en 1986. En la actualidad, las Reservas de la Biosfera en nuestro país son 40.

Sierra Nevada, Parque Natural

El macizo de Sierra Nevada fue declarada Parque Natural por el Parlamento de Andalucía en 1989 debido a las singularidades de su flora, fauna, geomorfología y paisaje. Posteriormente, el Parlamento Autonómico propuso su declaración como Parque Nacional.

Como Parque Natural, Sierra Nevada ocupaba una amplia superficie de las provincias de Granada y Almería (169.239 ha) e incluía más de 60 municipios de las comarcas naturales del Marquesado del Zenete, el Valle de Lecrín, la Sierra Nevada poniente, la cuenca del Río Nacimiento y la Alpujarra. Esta última era la de mayor extensión.

Sierra Nevada: Parque Nacional

El Parque Nacional de Sierra Nevada viene a sumarse a la Red de Parques Nacionales (Ley 3/99, de 11 de enero de 1999), alcanzándose la cifra de 12 parques.

Con ello, Sierra Nevada incorpora a la Red de Parques Nacionales los ecosistemas de alta montaña mediterránea, que hasta el momento no estaban representados.

La declaración del Parque Nacional de Sierra Nevada es, por tanto, la primera que se produce por las Cortes Generales tras la modificación de la Ley 4/89, de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestre, por la Ley 41/97.

Declarar Parque Nacional a Sierra Nevada ha tenido por objeto:

  • Proteger la integridad de sus ecosistemas, que constituyen una extraordinaria representación de los sistemas mediterráneos de montaña y alta montaña. Asegurar la conservación y la recuperación, en su caso, de los hábitats y las especies.
  • Contribuir a la protección, el fomento y la difusión de sus valores culturales. Promover el desarrollo sostenible de las poblaciones cuyo territorio esté, en todo o en parte, dentro del Parque Nacional.
  • Aportar al patrimonio común una muestra representativa de los ecosistemas de la alta montaña mediterránea, incorporando el Parque Nacional de Sierra Nevada a los programas nacionales e internacionales de conservación de la biodiversidad.

VALORES NATURALES


Más de 2.100 especies catalogadas de las cerca de 8.000 de flora vascular existentes en la Península Ibérica. Entre la fauna se cuentan anfibios, reptiles, mamíferos , aves y una rica entomofauna (80 endemismos exclusivos). 

MEDIO NATURAL


Las Cordilleras Béticas constituyen una serie de alineaciones montañosas que se extienden por todo el sureste español, desde la provincia de Murcia hasta el estrecho de Gibraltar. Sus límites están comprendidos entre la Depresión del Guadalquivir al norte, y el mar Mediterráneo al sur y al este.

El Parque Nacional de Sierra Nevada, con 86.208 ha de extensión, constituye una unidad geográfica claramente diferenciada, situada al sureste de la ciudad de Granada, comprendiendo también el extremo occidental de la provincia de Almería.

En él se incluyen 15 municipios de la provincia de Almería y 29 de la de Granada.

El origen de Sierra Nevada

Como consecuencia de la orogenia alpina en el Terciario se levanta este macizo montañoso. Desde entonces, no ha parado de elevarse hasta alcanzar las máximas cumbres peninsulares. Pero la actual morfología es también fruto de los episodios glaciares de finales del Cuaternario. En la zona de cumbres se conserva un relieve glaciar único, modelado por las glaciaciones cuaternarias en el macizo de alta montaña más meridional del continente europeo.

15 cumbres superan los 3.000 m de altitud

El relieve de Sierra Nevada es de formas suaves y cimas alomadas , aunque en sectores localizados del macizo, como por ejemplo en la cabecera del Genil, pueden llegar a ser abrupto y escarpado. Aquí se localizan los mayores picos de la Península, el Mulhacén (3.482 m) y el Veleta (3.392 m). Su relieve tiene además un extraordinario interés geomorfológico debido a las formas de modelado glacial y periglacial existentes y a la, aún activa, dinámica periglacial que sigue actuando a partir de los 2.500-2.600 m

Toda la zona de cumbres muestra las huellas de la erosión glaciar, con valles en forma de U, circos coronados por sierras abruptas y lagunas que ocupan las depresiones. Las formas glaciares que aparecen en Sierra Nevada son muy variadas. Los circos glaciares son relativamente abundantes, encontrándose los más evolucionados en las zonas de altas cumbres y los incipientes en zonas más bajas.

Un núcleo de materiales paleozoicos

Geológicamente aparecen tres zonas de disposición concéntrica:

  • El núcleo central de Sierra Nevada, donde emergen las cumbres más elevadas del macizo, formado por rocas metamórficas (esquistos, pizarras). Esta zona es conocida como la «lastra».
  • Rodeando a esta área se dispone una orla interna de terrenos triásicos, constituida por pizarras, mármoles, serpentinas, gneises y filitas arcillosas, compuesta por fragmentos deleznables que constituyen la «launa», utilizada como impermeabilizante en techos de las viviendas de las Alpujarras. Desde el punto de vista florístico tienen importancia las serpentinas del Almirez y los mármoles del río Trevélez.
  • Más al exterior se dispone un cinturón de calizas y dolomías, que constituyen el característico «calar». Es en el extremo O-NO donde se observa con mayor claridad esta orla calcárea, donde se origina un relieve abrupto e intrincado, con picos bien diferenciados como la aguja del Trevenque (2.079 m), las cresterías del Dornajo (2.076 m), Alayos de Dílar (1.980 m), y espectaculares angosturas como los cahorros de Monachil. Por último, el neógeno y cuaternario están representados por rocas blandas, tipo margas, arenas, conglomerados. etc. En estos lugares la xericidad es muy marcada.

La nieve: reserva de recursos hídricos

En las cumbres, precipitaciones próximas a los 2.000 mm proporcionan una considerable capa de nieve y, por tanto, buena reserva de recursos hídricos.

En Sierra Nevada, los veranos son suaves y los inviernos fríos con heladas frecuentes, especialmente en los pisos oro- y crioromediterráneo. Desde enero hasta agosto las temperaturas experimentan un alza gradual para declinar a partir de septiembre.

Por encima de los 1.800 m de altitud, la precipitación es en forma de nieve al menos en un 30%, y por encima de los 2.500 m en un 95%. De esta forma, se provoca una escorrentía en los esquistos, que es drenada por barrancos y arroyos.

Arroyos y ríos alimentados por las nieves

La red hidrográfica es amplia, y está formada por numerosos arroyos, ríos y barrancos, que alimentados por las nieves, cuentan con poco agua en invierno y un caudal elevado en primavera y principios de verano.Por el extremo suroccidental discurre el río Ízbor, que recoge las aguas de rios menores que nacen en el núcleo central de Sierra Nevada. Más al norte, discurre el Genil, que recoge las aguas de la vertiente septentrional y desemboca en el Guadalquivir. En la vertiente meridional de la Sierra se originan los ríos Guadalfeo, Adra y Andarax. Esta red fluvial influye poderosamente en el paisaje y tiene una estrecha relación con la erosión, que es máxima entre los 800 y los 2.000 m de altitud.

Acuíferos numerosos y extensos

Los acuíferos son numerosos y extensos, en algunos con surgencias de aguas minerales. En la localidad de Lanjarón se encuentra la famosa fábrica embotelladora de aguas minerales, así como, un balneario donde se puede disfrutar de las propiedades medicinales de estas aguas.

DIVERSIDAD BIOLÓGICA


La diversidad biológica es el principal valor ecológico de Sierra Nevada, especialmente en lo que se refiere a la flora vascular, con más de 2.100 especies catalogadas de las cerca de 8.000 existentes en la Península Ibérica. Sierra Nevada presenta el 7% de la flora vascular existente en la Región Mediterránea; teniendo en cuenta que este macizo apenas representa una centésima parte de la superficie total de esta región biogeográfica, da una idea de la calidad de esta singular muestra del patrimonio natural.

El clima riguroso de las glaciaciones cuaternarias provocó en Europa una retirada de la vegetación hacia latitudes más bajas, de esta forma, llegaron a Sierra Nevada especies procedentes del norte de Europa. La permanencia de muchas de estas especies se vio favorecida por los periodos interglaciares. Algunas de estas especies buscaron su óptimo ambiental subiendo a lo alto de las montañas, donde el clima era similar al de su origen. Más adelante, a causa del aislamiento, algunas de estas plantas desembocaron en nuevas especies o razas, muchas de ellas vicariantes de algunas plantas alpinas o pirenaicas, engrosando así el número de endemismos propios de este macizo.    

El elemento endémico  

El elemento endémico es muy elevado: alrededor de 65 especies exclusivas y 175 endemismos ibéricos. Ello es debido a una estrecha tolerancia frente a algún factor ambiental limitante, a la existencia de barreras geográficas, génesis reciente y cambios en las condiciones climáticas. Además se encuentran representados 65 de los 181 taxones que componen el catálogo regional de flora silvestre amenazada. Artemisia granatensis, Arenaria nevadensis, Erodium astragaloides, Erodium rupicola, Laserpitium longiradium, Narcissus nevadensis, Senecio elodes y Sarcocapnos crassifolia subsp. speciosa se encuentran catalogadas «en peligro de extinción» por el Real Decreto 439/90, de 30 de marzo por el que se regula el catálogo general de especies amenazadas.

Existen además, 18 taxones que aparecen en el anexo II, 9 de ellos prioritarios (Real Decreto 1997/95, de 7 de diciembre), de interés comunitario y para cuya protección es necesario designar zonas especiales de conservación.

Tipos de endemismos  

  • Endemismos béticos: aunque no son exclusivos del macizo de Sierra Nevada, presentan una distribución cercana en las sierras béticas y subbéticas.
  • Endemismos del sector malacitano-almijarense: su distribución se extiende por la Axarquía malagueña, sierras de Tejeda y Almijara y la porción calizo-dolomítica de Sierra Nevada.
  • Endemismos del sector alpujarro-gadorense: que ocupan las estribaciones costeras de las cordilleras Béticas.
  • Endemismos del sector nevadense, es decir, aquellos cuya distribución queda restringida a Sierra Nevada y Sierra de los Filabres.

Además, cerca de un centenar de endemismos presentan una distribución más amplia en la Península Ibérica.

MEDIA Y ALTA MONTAÑA


La media montaña

Las formaciones boscosas  

Los acerales (Acer granatense, A. monspessulanum) y quejigares (Quercus faginea) están escasamente representados por la fuerte acción antrópica. Se instalan en las zonas más húmedas del Parque, ocupando los valles y umbrías. Los melojares (Quercus pyrenaica) de Sierra Nevada, aunque mermados por los incendios y las abusivas talas, presentan gran interés por sus características ecológicas y corológicas; se desarrollan sobre suelos ácidos y se encuentran bien representados en los barrancos de las caras norte y sur.

Los encinares se sitúan entre los 1.300 y los 1.700 m, aunque en algunos enclaves pueden alcanzar los 1.900 m de altitud. Se desarrollan tanto en suelos carbonatados como sobre rocas ácidas. El bosque corresponde a un encinar dominado por la encina (Quercus rotundifolia) y, dependiendo del tipo de suelo y altitud, son frecuentes arbustos como enebros (Juniperus oxycedrus), torvisco (Daphne gnidium), rusco (Ruscus aculeatus), agracejo (Berberis hispanica) y majuelo (Crataegus monogyna) sobre suelos básicos. En enclaves con menor altitud son frecuentes el lentisco (Pistacia lentiscus), acebuche (Olea europaea sylvestris) y zarzaparrilla (Smilax aspera). El encinar silicícola es pobre en especies; además de la encina aparecen enebros, torvisco y madreselva (Lonicera etrusca).

La vegetación riparia se desarrolla en los márgenes de ríos y arroyos y actualmente se encuentra muy degradada, siendo difícil encontrar bosques de ribera en buen estado de conservación. Sobre suelos ácidos se instalan alisedas (Alnus glutinosa), saucedas (Salix atrocinerea) y fresnedas (Fraxinus angustifolia). En áreas ricas en bases, la vegetación riparia está formada principalmente por olmedas (Ulmus minor), choperas (Populus alba) y saucedas (Salix spp.).

La fauna en los bosques  

Estas zonas boscosas son habitadas, de forma más o menos constante, por el pito real (Picus viridis) y el agateador común (Certhia brachydactyla). Junto a ellos, podemos ver algunas especies sedentarias como el carbonero común (Parus major), el carbonero garrapinos (Parus ater) y el herrerillo común (Parus caeruleus) que utilizan los orificios de los troncos para hacer sus nidos. Posados en las ramas de los árboles podemos ver al escandaloso arrendajo (Garrulus glandarius) y al mirlo común (Turdus merula). Entre los visitantes típicos de primavera podemos encontrar al reyezuelo (Regulus ignicapillis), los mosquiteros (Phylloscopus collybita), las currucas (Sylvia atricapilla, S. communis) y al pinzón vulgar (Fringilla coelebs).

Ya en tierra firme y en zonas abiertas, podemos tropezarnos con grandes ejemplares de culebra de escalera (Elaphe scalaris), alguna culebra lisa (Coronella girondica), lagarto ocelado (Lacerta lepida) o con el sapo corredor (Bufo calamita).

Entre los mamíferos, el zorro (Vulpes vulpes) es frecuente en estas zonas aunque a veces sale a cazar a los herbazales. La comadreja (Mustela nivalis) disputa conejos y liebres a otros mamíferos. El tejón (Meles meles) y la gineta (Genetta genetta), aunque comunes, son muy difíciles de ver ya que presentan hábitos nocturnos.

La alta montaña mediterránea

Una gran variedad de formaciones vegetales  

Por encima de los 2.800 m (piso crioromediterráneo), donde los suelos son poco evolucionados y las condiciones climáticas adversas, se desarrollan pastizales de bajo porte y escasa cobertura (pastizales psicroxerófilos).

Presentan un gran interés y constituyen uno de los aspectos más singulares de Sierra Nevada. Estos pastizales están compuestos por un gran número de especies endémicas (hasta el 40%): Arenaria imbricata, Artemisia granatensis, Festuca clementei, Hormatophylla purpurea.

Los canchales «cascajares» están muy extendidos y en ellos viven gran número de especies, con adaptaciones para resistir estos ambientes: Viola crassiuscula, Linaria glacialis. En los paredones rocosos son frecuente las especies que colonizan grietas y repisas: Saxifraga nevadensis, Arabis alpina.

En los fondos de circos glaciares, aparecen los «borreguiles», pastizales higrofíticos que, como en el caso anterior, son ricos en especies endémicas: Armeria splendens, Carex camposi, Plantago nivalis, Veronica turbicola.

Entre los 1.900-2.800 m (piso oromediterráneo), se desarrollan los pinares y sabinares. La vegetación está formada por especies de porte arbóreo y arbustivo (Pinus sylvestris, Juniperus sabina, J. communis subsp. hemisphaerica, Prunus ramburii) y un matorral pulvinular (Vella spinosa, Erinacea anthyllis, Bupleurum spinosum, Astragalus granatensis).

Sobre suelos medianamente evolucionados se desarrollan piornales y enebrales, formando comunidades ricas en caméfitos fruticosos y hemicriptófitos (Festuca indigesta, Arenaria imbricata). También abunda el elemento endémico: Genista versicolor, Arenaria pungens, Potentilla nevadensis.

En áreas calcáreas a elevada altitud (Dornajo, cabecera del río Dúrcal), y a causa de la escasez de suelo, se desarrolla un espinal con sabinas y enebros, mezclado con un tomillar almohadillado. Aparecen especies como Sideritis carbonellis y Astragalus granatesis.       La vida animal en la alta montaña  

Estos son los dominios del acentor alpino (Prunella collaris), la collalba gris (Oenanthe oenanthe), la alondra común (Alauda arvensis) y el colirrojo tizón (Phoenicurus ochrurus). Entre los roquedos podremos observar al roquero rojo (Monticola saxatilis), que debe su nombre a la coloración roja del pecho del macho que contrasta con el negro azulado de su cabeza.

A estas alturas podemos ver bandadas de chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) que instalan sus colonias en los escarpes y oquedades. Rasando las paredes de los tajos y peñones surge el águila real (Aquila chrysaetos) que utiliza estas alturas como terreno de caza. También podremos avistar algún buitre leonado (Gyps fulvus), y a la perdiz común (Alectoris rufa) que llega a subir hasta los 3.000 m.

Durante el otoño, la alta montaña puede recibir la visita del mirlo capiblanco (Turdus torquatus), jilgueros (Carduelis carduelis) y grupos de cernícalos (Falco tinnunculus).

Entre los mamíferos, la cabra montes (Capra pyrenaica) es la especie más emblemática del parque. Cuenta con numerosos ejemplares y se deja ver con facilidad pastando en los borreguiles de la alta montaña. También encuentran cobijo a estas alturas el topillo común (Pytimis duodecimcostatus), más propio de zonas húmedas a menor altura y el topillo nival (Chionomys nivalis), que instala sus galerías en zonas rocosas, así como a los animales a quienes sirven de presa como las comadrejas (Mustela nivalis).

A estas alturas, además de los endemismos botánicos, existen más de ochenta insectos endémicos. Los condicionantes de la alta montaña confieren a estos animales unos caracteres específicos: son en general de color negro, tienen el tegumento duro y han perdido la facultad de volar.

FLORA Y FAUNA


VALORES CULTURALES


El patrimonio cultural en el Parque y su entorno, rico y diverso, es el testimonio vivo de su proceso histórico, resultado de las diferentes culturas asentadas, y, en particular, de la cultura de Al – Andalus.

El patrimonio arquitectónico

Los Conjuntos Históricos

El entorno del Parque Nacional de Sierra Nevada cuenta con tres Conjuntos Históricos, con la categoría de Bien de Interés Cultural. que se sitúan en el Barranco de Poqueira: Pampaneira, Bubión y CapUeira, núcleos que se constituyen en paradigmas de la arquitectura tradicional de la Alpujarra, sin que ello suponga una menor valoración de los cascos urbanos del resto de los municipios. En CapUeira y Bubión se han instalado Museos que exhiben los rasgos más característicos de la vivienda autóctona.

Las construcciones civiles

Entre las construcciones de carácter civil debe destacarse el interés que ofrecen las viviendas nobles urbanas de la Alpujarra almeriense, cuyo valor arquitectónico reside más en sus elementos interiores que en los aspectos exteriores de las fachadas. Entre otros núcleos, se encuentran muestras de este tipo de edificaciones en Abla, Abrucena y Canjáyar.

También son dignas de mención las viviendas asociadas a personajes históricos con1O la Casa de Juan de Austria en Fondón o las casas de Boabdil en Laujar de Andarax y Fuente Victoria.

Las construcciones defensivas

En el entorno del Parque Nacional de Sierra Nevada, los sistemas defensivos están significativamente representados en todas sus manifestaciones. Deben señalarse: los poblados fortificados de la Edad del Cobre; la arquitectura militar romana, visible en el Cerro de la Encina de Monachil, en el Hizán de Alboloduy; los sistemas defensivos medievales tipo castillo o fortaleza (la Calahorra, Lanjarón); o las torres de alquerías y atalayas, situadas no solo en zonas fronterizas sino también «11 l,l interior del reino y costa (Alquería de Ddar y Atalaya de DÚrcal.) Los restos de fortalezas son un atractivo cultural del Parque Nacional de Sierra Nevada que podemos encontrar en Abla, Abrucena, Alboloduy, Bayárcal, Beires, la Calahorra, Canjáyar, Fiñana, Fondón, Laujar de Andarax, Paterna del Río, Aldeire, Dólar, Ferreira, Jéres del Marquesado, Lanjarón, Lanteira, Lecrín y Pampaneira.

El patrimonio antropológico

La artesanía

La tradición artesana en el entorno del Parque Nacional de Sierra Nevada se inicia en el Neolítico Tardío, en torno al 3000 – 2500 a. C. Los habitantes de las cuevas ya elaboraban objetos de uso personal y utilitario, como calzado y cestas de esparto, vasijas de arcilla decoradas, cerámicas con incisiones, diademas de oro y plata y armas de metal.

Actualmente, la cultura tradicional campesina ha evolucionado perdiéndose algunas de las actividades que fueron habituales y que llegaron a identiÍicilJ: a estos pueblos. No obstante, en la mayoría de los municipios del entorno del Parque, las labores artesanas continúan reproduciendo las formas y estilos primitivos en la mayor parte de los,productos que el visitante puede adquirir, siendo este un valor añadido a los que ofrece el espacio. Página anterior: Buena parte de los elementos arlesanales son aún usados en las tareas agrícolas.

Los talleres de esparto de Albodoluy, Ferreira, Juviles y Fiñana, continúan elaborando los artesanales cestos, cenachos, capachos y alpargatas; y aún hoy día, es frecuente encontrar en algunos pueblos de la Alpujarra, a un abuelo que sentado en una silla de anea en la puerta de su casa, trenza el esparto. Los trabajos textiles, de origen morisco, dieron fama internacional a estas comarcas, que elaboran productos con seda, lino y cáñamo consiguiendo maravillosos tafetanes, damascos y rasos. Actualmente perviven telares moriscos en Válor, Pampaneira, Sorvilán, en los Cortijos de Murtas y en Nevada, que trabajan a mano tejidos nazaríes y alpujarreños.

Las ricas arcillas de la zona, han permitido que la tradición artesana del barro se mantenga a lo largo de la historia. Perviven alfares moriscos, como el de los Barreras de Órgiva, junto a otros que han introducido nuevas técnicas que utilizan óxidos y elevadas temperaturas, con una creatividad renovada. Se localizan talleres en Lanjarón, Órgiva y Pampaneira. del entorno de Parque.

Los trabajos en cuero, originarios del siglo IX cuando se fabricaban los célebres «cordobanes», se están recuperando, pero dotados de un nuevo espíritu creativo. Los nuevos artesanos de Cádiar y Bubión, realizan sus propios diseños y elaboran bolsos y otros productos de marroquinería.

Perviven aún las tradicionales herrerías. Los talleres de forja como los de Cádiar y Busquístar, proporcionan utensilios domésticos: aperos de labranza, herrajes, herraduras, rejas y balcones, y elementos de cerrajería artística. Tradicionalmente, los artesanos del metal acudían a las ferias de ganado de la comarca para vender sus productos.

También permanecen en el entorno del Parque, algunas carpinterías tradicionales como la de Fiñana, en donde se realizan labores artesanales, o la de Capileira que trabaja aún la madera rústica. Otras actividades artesanales de la zona, son los originales trabajos en calabaza de A1bodoluy, las labores de empedrado de Dílar, los tradicionales bordados de Ferreira y Jeres del Marquesado o la espejería de Laujar.

El desarrollo en el ámbito del Parque Nacional de actuaciones como la Escuela Taller del Alto Andarax, posibilita el impulso de la artesanía local a través de la enseñanza de las técnicas y la recuperación de las tradiciones, en las especialidades de cerámica, telares, forja y carpintería.

La gastronomía

La riqueza agrícola y ganadera de Sierra Nevada, la herencia morisca y castellana, así como el mantenimiento de las técnicas tradicionales de elaboración, aseguran la calidad de la gastronomía de los municipios del entorno del Parque Nacional de Sierra Nevada. La base de esta variada y rica gastronomía, son los productos cárnicos derivados del cerdo junto a los productos agrícolas y hortícolas del lugar.

Es de destacar el excepcional jamón serrano, símbolo de una comarca bajo la denominación genérica de Calidad de Trevélez. Cuentan las crónicas, que ya la reina Isabel 11, Napoleón 111 y Miguel de Cervantes de gustaron y elogiaron este manjar. No podemos olvidar el vino, estamos en una comarca vitivinícola de larga tradición. Los caldos de Albuñol, Albondón, Almegíjar, Murtas, Polopos, Laujar y Sorvilán acompañarán las exquisiteces de la tierra. Una de las especialidades de la comarca, presente en la mayoría de los pueblos, son las migas, de pan o bien de sémola de trigo.

PARQUE NACIONAL Y NATURAL DE DOÑANA

El Parque Nacional y Natural de Doñana es una tierra de contrastes que presenta un mosaico de diferentes paisajes donde conviven una amplia variedad de especies de plantas y animales. Su extensión y situación estratégica convierten a este espacio natural en un importante lugar de invernada para las aves migratorias. Doñana destaca como una de las zonas húmedas más importantes de Europa.

Desde la primera declaración del Parque Nacional de Doñana se han viniendo sucediendo distintos reconocimientos internacionales sobre el espacio natural que resaltan aún más si cabe la gran importancia e interés de sus valores naturales y culturales. Su relevancia internacional se pone de manifiesto por la inclusión de todo o parte del territorio del espacio natural en importantes redes supranacionales de extraordinario prestigio: Reserva de la Biosfera de la UNESCO ; Zona de Especial Importancia para las aves (ZEPA); Zona de Especial Conservación (ZEC); Lista Verde de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza(UICN); Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO; junto a un conjunto de reconocimientos como la Carta Europea de Turismo Sostenible (CETS) o el Diploma del Consejo de Europa a la Gestión y Conservación, que ha ido renovando cada cinco años hasta la actualidad.

El enclave Espacio Natural Doñana, conformado por el Parque Natural y Nacional del mismo nombre, es un paraíso para los amantes de la ornitología. A principios de otoño y durante el invierno se puede disfrutar de la presencia de miles de aves acuáticas como ánsares y anátidas procedentes del norte de Europa. En primavera y verano llegan desde África cigüeñas, garzas y golondrinas, entre otras especies, en busca de alimento y de un clima más suave.

Los pinares, los bosques de ribera, las dehesas de alcornoques, las manchas de matorral, el litoral y sobre todo los humedales (marismas, laganas, arroyos y ríos) constituyen medios muy favorables para el desarrollo de comunidades de aves muy diversas.

Doñana es un lugar privilegiado dada la variedad de paisajes existentes en el entorno. El Coto del Rey, el Abalario y el pinar de la Algaida albergan extensos pinares de pinos piñoneros y un denso matorral mediterráneo que proporcionan un hábitat adecuado al emblemático lince ibérico y a diversas especies de rapaces como el águila imperial.

Otro punto de interés del espacio se encuentra en el sistema de dunas fósiles del Asperillo que discurre paralelo a la costa. Ya en la playa, se puede contemplar el impresionante Acantilado del Asperillo, declarado Monumento Natural por su singularidad y belleza.

Al Norte y al Sur del espacio natural se encuentra otra de las piezas que compone el inigualable puzzle que representa Doñana; se trata de las aguas someras de la Marisma Gallega, el Lucio del Cangrejo y las Marismas de Bonanza. En ellas se alimentan y crían innumerables aves. El visitante puede deleitarse observando la horizontalidad que ofrece este paisaje, la avifauna que lo habita y el espectacular vuelo de los flamencos.

Estas tierras han sido pobladas y modificadas por el hombre a lo largo de su historia. Usos tradicionales como la apicultura, la recolección de piñas o la agricultura aún se practican. Aunque se están perdiendo algunas profesiones como el carboneo, es posible encontrar algunos boliches activos en el parque. De su tradición ganadera se conserva la Saca de las Yeguas, que se celebra todos los años en junio en el municipio de Almonte. También aquí tiene lugar la Romería del Rocío, una de las más afamadas.

DATOS PARQUE NACIONAL


  • Superficie:
    • Superficie total: 54.252 ha.
    • Zona periférica de protección: 74.278,95 ha (incluye tanto la zona periférica de protección del parque nacional como el territorio del parque natural colindante).
    • Área de influencia socioeconómica: 200.601,86 ha.
  • Provincia: Huelva y Sevilla
  • Comunidad Autónoma: Andalucía.
  • Coordenadas localización (Latitud, Longitud):
    • 37° 08′ 32» N, 6° 33′ 46» O
    • 36° 47′ 41» N, 6° 15′ 07» O

Desde el 1 de julio de 2006, la gestión del Parque Nacional de Doñana corresponde en exclusiva a la Comunidad Autónoma de Andalucía

REAL DECRETO 712/2006, de 9 de junio, por el que se amplían las funciones y servicios de la Administración del Estado traspasados a la Comunidad Autónoma de Andalucía, en materia de Conservación de la Naturaleza (Parques Nacionales de Doñana y Sierra Nevada).

  • Reconocimientos internacionales:
    • Red Natura 2000
    • Reserva de la biosfera (1981). Ampliación en 2016 hasta las 268.294 ha.
    • Convención RAMSAR relativa a los Humedales de Importancia Internacional (1982)
    • Diploma del Consejo de Europa a la Conservación (1985)
    • Patrimonio Mundial de la UNESCO (1994)
    • Carta Europea de Turismo Sostenible (2006)
    • Lista Verde de Áreas Protegidas UICN (2015)

HISTORIA DEL PARQUE NACIONAL


La Historia de Doñana comienza con los primeros pobladores del Golfo de Cádiz, con pruebas de presencia en Gibraltar hace unos 28.000 años, y que transitarían por toda la costa de este Golfo. Se trataba muy posiblemente de neandertales. La marisma de Hinjos, según prospecciones geológicas y paleontológicas, estuvo poblada en el 3000 a.c., pero hacia el año 2000 a.c., debido a un tsunami, el paisaje del estuario del Guadalquivir quedó totalmente transformado, y los poblamientos y formas de vida humana que albergaba desparecieron. La inestabilidad de sus terrenos duró casi mil años más, con al menos otros dos tsunamis. Hasta el final de la Edad del Bronce, años 1000 a.c., no se conocen nuevos poblamientos en la zona. Serán los escritos de exploradores y comerciantes fenicios los que muestren la existencia de las culturas encontradas en estas tierras. Algunos autores romanos, desde el s.VI a.c. al I d.c. citan una laguna costera, Lago Ligustinus, que cubriría todo lo que conocemos como el Parque Nacional de Doñana, y que iría colmatándose progresivamente, hasta los límites de la Marismas del Guadalquivir.

Entre los siglos II a.c. y V d. c. se establecieron asentamientos romanos dedicados fundamentalmente a la pesca y a la salazón, y que debían situarse en torno a lo que actualmente conocemos como Marismas del Guadalquivir. En el Cerro del Trigo quedan los restos excavados de uno de estas factorías.

Poco se sabe de los periodos de pueblos visigodos y árabes, aunque parece que los terrenos, en permanente cambio, no eran propicios para los asentamientos.

Tras la conquista de Sevilla en 1248 por los reinos cristianos, el rey Alfonso X el Sabio convierte Doñana en un cazadero real. Sin embargo, no es hasta el siglo XV cuando comienza el dominio señorial y con éste los primeros límites y acotamientos, y la prohibición de cualquier aprovechamiento que perjudicara a la caza.

El nombre de estas tierras se encuentra en documentos de la casa de Medina Sidonia, que describe como en 1523, el VI Duque de Medina Sidonia alquila Las dehesas del Carrizal y la Ahulaga a Sancho Herrera, alcaide de Sanlúcar de Barrameda y su mujer, Doña Ana Mallarte, que construyó un hato o vivienda, conocido como Hato de Doña Ana. Medio siglo después el VII duque de Medina-Sidonia construyó  un palacio para su esposa, Doña Ana Gómez de Mendoza y Silva, aristócrata que durante muchos años fue considerada la que dio nombre a este territorio.  

Las torres almenaras se construyeron durante el reinado de Felipe II, a finales del siglo XVI y principios del XVII, y servían de protección frente a los ataques de los piratas berberiscos.

Después de este primer período dedicado casi en exclusiva a los recursos cinegéticos, comienza una segunda época (hacia el siglo XVIII), en la que se consolidan tres usos: la explotación forestal del bosque, el mantenimiento de las dehesas y pastos para la ganadería, y el fomento del coto como cazadero, para lo que se acondiciona de nuevo el antiguo palacio

El interés científico y naturalista arranca en el siglo XIX, con la publicación del Catálogo de las aves observadas en algunas provincias de Andalucía, realizado por Don Antonio Machado y Núñez. Es también el comienzo de una intensa búsqueda de huevos y pieles por parte de naturalistas y cazadores, lo que llega a poner en grave peligro las poblaciones de algunas especies.

En el siglo XX Doñana pasa a manos de la burguesía gaditana, con la venta por parte de la Casa de Medina Sidonia a D. Guillermo Garvey, vinatero de Jerez. Los nuevos propietarios de Doñana introducen especies animales, plantan pinos piñoneros y organizan monterías de forma habitual. En 1912 la finca seré heredada por María de los Ángeles Medina y Garvey, casada con el Duque de Tarifa, ingeniero de montes, que continúa la labor de de acondicionamiento de la finca, y costean cuatro campañas arqueológicas en el Cerro del Trigo a los arqueólogos Adolf Schulten y Jorge Bonsor para la búsqueda de la mítica Tartessos. Pocos años después, en 1940, se constituye la Sociedad Cinegética del Coto del Palacio de Doñana.

La inmensa riqueza faunística de estas tierras atrae también a ornitólogos de todo el mundo, que proponen en 1952 la internacionalización de su propiedad.

Es el comienzo de una conciencia conservacionista dentro y fuera de nuestras fronteras, que culmina en 1963 con la adquisición de unas 7.000 ha por parte del Estado Español, en colaboración con el Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza (WWF), para la creación de la Reserva Biológica de Doñana.

Seis años después se crea el Parque Nacional de Doñana, que será ampliado y reclasificado por la Ley de Régimen Jurídico en 1978 y que posteriormente ha ampliado sus límites en 2004. Desde entonces, diversas figuras de protección internacional confluyen en este territorio.

VALORES NATURALES


Alto grado de diversidad biológica. Se localizan tres grandes sistemas ecológicos: marismas, dunas móviles y cotos, y una importante zona de contacto o ecotono.

ECOSISTEMAS


La singularidad de Doñana se debe a la gran diversidad de paisajes y especies que alberga. Además de la marisma, ecosistema que se caracteriza por su gran biodiversidad y su aspecto cambiante, existe un conjunto de ecosistemas excepcionales que confluyen aquí: la playa, las dunas móviles y los corrales; el monte con sabinares, alcornocales y pinares, englobados bajo la denominación local de «cotos», con numerosas lagunas dispersas entre la vegetación y una zona de transición que enlaza y separa a todos, la vera.

La marisma:

La marisma es el mayor ecosistema en extensión del Parque, unas 27.000 ha, y el que otorga a este espacio una personalidad inconfundible. Es una zona húmeda de extraordinaria importancia como lugar de paso, cría e invernada de aves europeas y africanas.

Se inunda gracias al aporte de algunos arroyos y a las aguas de lluvia, lo que hace que presente una estacionalidad muy marcada.

En otoño, la marisma se encharca con las primeras lluvias y en invierno se va inundando progresivamente a medida que se incrementan las lluvias; en primavera, la superficie del agua se ve cubierta por las flores de los ranúnculos y grandes extensiones de castañuela y bayunco. En verano, la marisma es un desierto de arcilla rota y polvorienta. A pesar de la ausencia de relieves significativos, pequeños desniveles condicionan la existencia de diversos hábitats en el ecosistema marismeño.

  • La marisma dulce es la que tiene una mayor profundidad y, por lo tanto, concentra en años de lluvias normales mayor cantidad de agua y durante más tiempo, lo que hace que disminuya su salinidad y pueda crecer una vegetación palustre de castañuela (Scirpus maritimus) y bayunco (Scirpus littoralis). En zonas más profundas aparecen algunas plantas acuáticas como Ranunculus peltatus, R. tripartitus, Eleocharis palustris, Potamogeton trichioides, Elatine alsinastrum y otras. Aquí encuentran alimento y refugio numerosas especies de aves: ánade azulón (Anas platyrhynchos), cuchara europeo (Anas clypeata), ánade rabudo (Anas acuta), cerceta común (Anas crecca), focha común (Fulica atra), porrón común (Aythya ferina), malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala), etc. Las larolimícolas incluyen al avefría europea (Vanellus vanellus), chorlitejo chico (Charadrius dubius), chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus), avoceta común (Recurvirostra avosetta), cigüeñuela común (Himantopus himantopus), charrancito (Sterna albifrons) y fumarel cariblanco (Chlidonias hybridus). También se pueden observar grandes bandadas de flamencos (Phoenicopterus ruber) y ánsares comunes (Anser anser). Durante la sequía veraniega, estas láminas de agua quedan muy reducidas o completamente secas, mostrando un fondo cuarteado de limos arcillosos grises, cubiertos a veces de costras salinas blanquecinas.
  • La marisma salada o marisma de almajo es la que tiene zonas ligeramente más elevadas donde el aporte de agua dulce es menor y la salinidad del suelo mayor. Las plantas dominantes son los almajos, el almajo salado (Arthrocnemum macrostachyum) y el almajo dulce (Suaeda vera), con una cohorte escasa de plantas herbáceas entre las que destacan Plantago coronopus y Hordeum maritimum, que suele crecer asociado a los pies del almajo. Aquí nidifican grandes colonias de aves limícolas como cigüeñuelas (Himantopus himantopus), avocetas (Recurvirostra avosetta), alcaravanes (Burhinus oedicnemus), canasteras comunes (Glareola pratincola), etc.

El golfo que originaba la desembocadura del Guadalquivir estaba surcado por pequeños encauzamientos o por desviaciones temporales seguidas por el curso principal. Los caños son lo que antaño fueran cauces de arroyos, brazos y afluentes del río. Hoy están cubiertos de eneas (Typha latifolia) y carrizos (Phragmites australis), en los que se ocultan carpas (Cyprinus carpio), ranas (Rana perezi), gallipatos (Pleurodeles waltl), galápagos leprosos (Mauremys leprosa), galápagos europeos (Emys orbicularis), calamones comunes (Porphyrio porphyrio), avetorillos comunes (Ixobrychus minutus), martines pescadores (Alcedo atthis), etc.

Las vetas y vetones son terrenos que se elevan por encima del nivel medio, formando pequeñas islas que raramente se inundan. Son lugares de descanso y refugio durante las grandes inundaciones, y área de nidificación muy importante de larolimícolas, que forman grandes colonias, compuestas por cigüeñuelas (Himantopus himantopus), avocetas (Recurvirostra avosetta), canasteras comunes (Glareola pratincola), chorlitejos patinegros (Charadrius alexandrinus), avefrías europeas (Vanellus vanellus), pagazas piconegras (Gelochelidon nilotica) , charrancitos comunes (Sternula albifrons) y gaviotas picofinas (Chroicocephalus genei). A menudo era el lugar que escogían ganaderos, guardas y pescadores para instalar sus casas o chozas.

Los paciles son amplias superficies ligeramente más bajas que vetas y vetones, que se encharcan ocasionalmente, y en las que conviven almajos con otras plantas halófilas, aquéllas adaptadas a hábitats con gran cantidad de sales. Muchas especies animales establecen aquí sus territorios de cría, como la cigüeñuela común (Himantopus himantopus) , la canastera común (Glareola pratincola) y el chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus).

Los ojos de la marisma son surgencias de agua, fuentes naturales por las que afloran aguas dulces almacenadas a mucha profundidad. Aparecen en puntos cercanos a los bordes de la marisma, y para muchos animales se convierten en un recurso para calmar la sed en épocas de sequía o en verano.

En las zonas más alejadas de las aguas, la vegetación se aferra a un suelo inestable y seco, formando pequeños obstáculos que serán el origen de las dunas vivas: alhelí de mar (Malcomia littorea), nardo marino (Pancratium maritimum), cardo marino (Eryngium maritimum), lechetrezna de mar (Euphorbia paralias). Sólo en su parte alta, más estable, aparece una vegetación característica con Ammophila arenaria, Agropyrum junceum, Carex arenaria y otras.

Las playas:

Como compendio y origen de todo, la playa sigue recogiendo las arenas traídas por el mar y el viento que hace 6.000 años cerraron el estuario del Guadalquivir, depositándose como bajos y flechas a lo largo de toda la costa. La intensa dinámica costera modifica incesantemente el perfil de las playas.

En las zonas de la playa más alejadas de las aguas, la vegetación se aferra a un suelo inestable y seco, formando pequeños obstáculos que serán el origen de las dunas vivas: alhelí de mar (Malcomia littorea), nardo marino (Pancratium maritimum), cardo marino (Eryngium maritimum), lechetrezna de mar (Euphorbia paralias). Solo en su parte alta, más estable, aparece una vegetación característica con el barrón (Ammophila arenaria), Agropyrum junceum, Carex arenaria y otras.

El fondo marino inmediato a la playa presenta praderas de Cymodocea nodosa y probablemente Zostera noltii, con abundantes lamelibranquios y gasterópodos en los fondos blandos.

En la orilla  aparecen grandes bandos de gaviotas sombrías (Larus fuscus), que acompañan a las gaviotas patiamarillas (Larus cachinanns), gaviotas picofinas (Larus genei), y a los ostreros (Haematopus ostralegus), correlimos (Calidris spp.), charranes patinegros (Sterna sandvicensis), charrancitos (Sterna albifrons) y chorlitejos patinegros (Charadrius alexandrinus).

Dunas y corrales:

Junto a la playa encontramos los primeros corrales, bosquetes de vegetación “encerrados “ entre los cordones de dunas.   Estos primeros corrales, más cercanos al mar, aparecen ocupados por un matorral de clavelinas (Armeria pungens) y siemprevivas (Helichrysum picardii), que ofrecen un manto rosado durante la primavera. Más al interior, los pinares colonizan el corral, dejando en ocasiones pequeñas lagunas temporales, con junqueras (Juncus spp.), matas de adelfas (Nerium oleander) y matorrales de camarinas (Corema album). Las zonas más deprimidas son ricas en Scirpus holoschoenus, Agrostis stolonifera, Mentha pulegium, Anagallis tenella, etc.

En las dunas móviles aparecen el enebral costero (Juniperus oxycedrus subsp. macrocarpa) y el barrón (Ammophila arenaria).

Los cotos:

Los cotos o zonas de matorral representan una etapa intermedia del ecosistema terminal y maduro de bosque mediterráneo.

Desde el punto de vista paisajístico, los cotos cambian poco durante el año, y los animales son difíciles de ver (falta la espectacularidad de las aves marismeñas), aunque presenta elementos propios de gran interés, como ungulados de gran tamaño, ciervo (Cervus elaphus) y jabalí (Sus scrofa) y grandes predadores como el lince ibérico (Lynx pardinus) y el águila imperial ibérica (Aquila adalberti).

La vegetación de estos parajes está formada por un matorral espeso de composición heterogénea con pies dispersos de alcornoque (Quercus suber), sabina (Juniperus phoenicea subsp. turbinata), madroño (Arbutus unedo), acebuche (Olea europaea var. sylvestris), labiérnago (Phillyrea angustifolia) y pino piñonero (Pinus pinea).

El matorral está formado por una treintena de especies leñosas que se incluyen en dos grandes tipos:

  • Monte blanco: formado por un matorral de jaguarzo (Halimium halimifolium) al que acompañan algunas jaras (Cistus salvifolius, C. libanotis). En áreas más secas y expuestas aparecen otras especies leñosas de ámbito mediterráneo, como el cantueso (Lavandula stoechas), el romero (Rosmarinus officinalis) y la mejorana (Thymus mastichina).
  • Monte negro: formado por un matorral que coloniza zonas con suelos muy húmedos, donde el nivel freático se encuentra casi superficial. Es un matorral oscuro, denso, apretado e impenetrable, dominado por varias especies de brezos (Erica scoparia, E. umbellata, E. ciliaris) y la brecina (Calluna vulgaris), que se entremezclan con mirto (Mirtus communis), labiérnago (Phillyrea angustifolia), zarzas (Rubus ulmifolius), tojos (Ulex minor) y aulagas (Ulex australis). Estas especies son incapaces de sobrevivir sin un aporte continuado de agua en verano, pero resisten bien el encharcamiento invernal.

En estas zonas viven alrededor de 80 especies de vertebrados, la mitad de las cuales son aves. Entre ellas, destacamos algunas sedentarias como el águila imperial ibérica (Aquila adalberti), la culebrera europea (Circaetus gallicus), el pito real (Picus viridis), la curruca rabilarga (Sylvia undata), la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala), el milano negro (Milvus migrans), el alcaraván común (Burhinus oedicnemus), el críalo (Clamator glandarius), el abejaruco común (Merops apiaster), el alcaudón real (Lanius excubitor), el petirrojo (Erithacus rubecula), etc.

Entre los mamíferos, junto al lince ibérico (Lynx pardinus) y al meloncillo (Herpestes ichneumon), podemos observar zorro (Vulpes vulpes), tejón (Meles meles), jabalí (Sus scrofa), ciervo (Cervus elaphus), liebre (Lepus granatensis) y lirón careto (Elyomis quercinus). Los anfibios están representados por el sapo de espuelas (Pelobates cultripes) y los reptiles por la culebra bastarda (Malpolon monspessulanum), culebra viperina (Natrix maura), culebra de collar (N. natrix), lagartija colirroja (Acanthodactylus erytrurus) y tortuga mora (Testudo graeca).

Rompiendo la línea continua del horizonte del matorral observaremos pequeños bosquetes de pinos piñoneros, con un sotobosque formado por lentisco (Pistacia lentiscus), labiérnago (Phillyrea angustifolia) y escobón (Cytisus grandiflorus). En ellos nidifican el milano real (Milvus milvus) y el milano negro (Milvus migrans), el aguililla calzada (Hieraaetus pennatus), el críalo (Clamator glandarius), el cernícalo (Falco tinnunculus) y el busardo ratonero (Buteo buteo), y son visitados asiduamente por ginetas (Genetta genetta) y meloncillos (Herpestes ichneumon).

La vera:

El contacto del matorral de los cotos con la marisma se hace a través de una franja de 200 a 1.500 m de anchura denominada «vera», que corresponde a un ecotono de gran riqueza ecológica. Es el límite entre las arcillas y las arenas. En esta estrecha franja, en la que coinciden especies vegetales y animales de uno y otro ambiente, aflora la humedad filtrada por las arenas, favoreciendo el crecimiento de junqueras y pastizales.

En un nivel inferior, se desarrollan pastizales asentados sobre un substrato arenoso y seco. El pasto es pobre y dominado por Rumex bucephalophorus, que le confiere una notable coloración rojiza. Junto a esta especie suelen aparecer Plantago coronopus, Erodium cicutarium, Vulpia membranacea y Urginea maritima, especie geófita de mayor porte.

En estos pastos, el abejaruco común (Merops apiaster) excava sus nidos sobre la superficie del suelo. Además, son frecuentes los conejos (Oryctolagus cuniculus), los gamos (Dama dama) y las avefrías europeas (Vanellus vanellus).

A un nivel aún más inferior, pero más cercano a la marisma, se desarrolla un pasto rico en especies vegetales, dominado por el gamón (Asphodelus aestivus) y acompañado por Trifolium subterraneum, Ornithopus pinnatus, O. roseus, Agrostis stolonifera, Tolpis barbata, Briza minor y otras.

A un nivel más inferior, donde el encharcamiento invernal es patente, aparece una vegetación compuesta por Senecio jacobaea, Trifolium resupinatum, Ranunculus bulbosus, Cynodon dactylon, Juncus capitatus y J. bufonius.

El límite de la marisma está formado por una banda espesa de juncos (Juncus acutus, J. maritimus, J. effusus, J. conglomeratus y Scirpus holoschoenus).

El pastizal más húmedo es utilizado por la lavandera boyera (Motacilla flava), la codorniz (Coturnix coturnix), el topillo (Microtus duodecimcostatus), la rata común (Rattus norvegicus), el sapo de espuelas (Pelobates cultripes) y el gallipato (Pleurodeles waltl). El majadeo más intenso del pastizal se debe, sin embargo, a conejos (Oryctolagus cuniculus), gamos (Dama dama), ciervos (Cervus elaphus) y jabalíes (Sus scrofa).

La presencia de alcornoques, restos de bosques antiguos, en el matorral inmediato a la vera confiere a este enclave características excepcionales, pues son las perchas donde se asentarán grandes colonias de aves.

EL ÁGUILA IMPERIAL, NUESTRA RAPAZ MÁS AMENAZADA


Esta gran ave, endémica de la Península Ibérica, puede llegar a alcanzar 220 cm de envergadura y más de 3 kg de peso. Los adultos son de color oscuro y complexión robusta, con hombros y nuca blancos.

Nombre Científico: Aquila adalberti

Hábitat: Vive en las zonas montañosas y de bosque mediterráneo del suroccidente de la península ibérica, necesitando grandes árboles para nidificar (se conoce algún caso de nidificación en torres de alta tensión).

Alimentación: Carnívora. La base principal de su dieta son los conejos (Oryctolagus cuniculus), liebres (Lepus granatensis) y gran diversidad de aves, como ánsar común (Anser anser), focha (Fulica atra), ánade azulón (Anas platyrhynchos), paloma torcaz (Columba palumbus), urraca (Pica pica), y también reptiles, peces e incluso carroña.

Distribución: Restringida al suroeste de la península ibérica. En España vive en el Sistema Central, Montes de Toledo, Extremadura (sierras de Monfragüe, Llanos de Trujillo, embalse de Alcántara, sierras de Coria y Tierra de Barros), sierras de Almadén-Guadiana, Sierra Madrona, Sierra Morena, Doñana, Marismas del Guadalquivir y Laguna de la Janda, en Cádiz.

En el siglo XIX, su área de distribución se extendía al centro y sur de Portugal, zona de Tánger y montañas del Rif en Marruecos y la mayor parte de España, con la excepción de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos.

A principios del siglo XX, la especie era relativamente común en nuestro país, pero desde entonces la población ha disminuido dramáticamente. En los años 60 y 70 estuvo cerca de la extinción, con solo 30 parejas conocidas, y comenzaron los primeros avances en su conservación, con los trabajos de conocimiento de su biología, los programas de detección y corrección de tendidos eléctricos peligrosos, campañas antiveneno y alimentación suplementaria.  Actualmente, con unas 500 parejas en la península ibérica, su situación ha mejorado significativamente.

En cualquier caso, las tres amenazas principales de esta Águila siguen siendo la electrocución en torretas de electricidad, la baja productividad por la escasez de una de sus presas principales, el conejo, y el envenenamiento.

EL LINCE IBERICO, EL GATO DEL MEDITERRANEO


El lince ibérico es un carnívoro endémico de la Península Ibérica. Es un félido de tamaño mediano (machos con un peso medio de 13 kg y casi 10 kg para las hembras) de patas largas y cola corta. Tiene la cara redondeada, con grandes orejas rematadas por pinceles de pelos negros, y largas patillas. El pelaje es de tonos parduzcos, moteado de manchas negras.

Nombre Científico: Lynx pardinus

Hábitat: Su hábitat típico es el monte mediterráneo, en altitudes comprendidas entre 400 y 1.300 m. salvo en la región de Doñana, donde vive al nivel del mar. Necesita buenas densidades de conejo, zonas con vegetación cerrada para descansar y reproducirse, y un grado mínimo de molestias humanas.

Alimentación: Se basa casi exclusivamente en el conejo (Oryctolagus cuniculus). Le siguen otras especies, como ánsares (Anser anser), crías o hembras de cérvidos, micromamíferos y aves.

Reproducción: El celo tiene lugar en enero y febrero. Después de unos setenta días de gestación nacen de uno a cuatro cachorros, aunque lo más normal es que sean dos. La hembra busca un lugar resguardado para parir: manchas espesas de vegetación, risqueras, troncos huecos, madrigueras e incluso nidos viejos de grandes aves. Aunque los linces son animales solitarios, en este periodo del año suelen estar en pareja.

Distribución: El lince ibérico ocupa el cuadrante suroccidental de la Península Ibérica. El tamaño de su población se ha recuperado considerablemente en los últimos años, y se estima en 2019 en unos  830 ejemplares.

Aunque la especie ha pasado de “En peligro crítico de extinción” a “En peligro de extinción” gracias al apoyo de administraciones y particulares, y la sensibilización de la población en general, aún persisten algunas de las amenazas de esta especie, como la destrucción y fragmentación de su hábitat, la disminución de las poblaciones de conejos y los atropellos en carreteras.

FLORA


La situación geográfica del Parque Nacional de Doñana, al suroeste del continente europeo, y la compleja historia geológica y botánica de la región andaluza, determinan la presencia de una flora muy diversa y singular. Así, aunque en Doñana predomina la flora mediterránea, también podemos encontrar plantas atlánticas como el brezo de ciliosos y la camarina; íberoafricanas como la hierba tumera; exclusivas del suroeste de la península ibérica como el escobón; eurosiberianas como el mordisco de rana, o representantes relictos de bosques terciarios como el helecho real, abundante en épocas antiguas y hoy reducido a pequeñas áreas. Los catálogos más recientes recogen más de 1.300 especies de plantas vasculares y helechos en la Comarca de Doñana.

La diversidad de ambientes de Doñana la convierte en una zona con especies muy peculiares y diferentes, y un número relativamente alto de endemismos, es decir, especies que solo existen en una zona limitada a nivel mundial. Las dunas y arenales costeros son el hábitat de endemismos como la Linaria tursica, una florecilla diminuta que se alza apenas 15 centímetros del suelo entre las dunas, o la clavellina de Doñana .También encontramos endemismos en enclaves muy reducidos de Doñana, como la Rorippa valdes- bermejoi, que vive únicamente en los bordes del Arroyo de La Rocina, o un cardo que sólo habita en algunos arenales de los bosques de Doñana, el Onopordum hinojense.

El principal factor físico que condiciona la distribución de la vegetación en Doñana es el tipo de sustrato, que divide el territorio en suelos arenosos, en su parte norte y occidental, y la marisma de suelos arcillosos, al sur y el este. Dentro de estas dos áreas se distingue a su vez una gran variedad de comunidades vegetales, condicionadas por la distancia al agua subterránea, la cercanía al mar y la salinidad.

A su vez, la elevada superficie ocupada por humedales temporales, entre los que se incluyen lugares higroturbosos, genera hábitats que albergan especies y comunidades de plantas acuáticas o ligadas al agua, de gran singularidad.

La vida de las plantas en las arenas

Si comenzamos nuestro itinerario botánico al borde del mar, las primeras especies que encontraremos son aquellas pioneras que colonizan las dunas móviles. El barrón, ampliamente usado en la construcción de chozas, forma plumeros en pequeños acúmulos de arena a escasos metros de las últimas olas. Un poco más adentro, la armeria o clavellina ofrece rosados tapices en primavera, a los pies de la primera línea de enebros marítimos. El enebro, un arbusto o pequeño árbol perfectamente adaptado al movimiento de las dunas, se eleva a la vez que va formando un montículo al atrapar la arena con sus raíces. Esta estrategia permite al enebro marítimo sobrevivir al movimiento de las arenas y no sucumbir bajo su peso. El Parque Nacional de Doñana cuenta con la mayor población española de esta subespecie de enebro, ya que en otros puntos del litoral atlántico y mediterráneo ha desaparecido o está muy degradada por la urbanización y el desarrollo desordenado de las costas.

Junto al enebro, desde lo más alto de la duna, vemos cómo se extiende un corral. Los corrales son depresiones interdunares, que dan cobijo al pino piñonero, al matorral e incluso a juncales en las zonas más bajas y húmedas.

A medida que el viento foreño, proveniente del mar, pierde fuerza y las arenas dejan de moverse, comienza el territorio de las arenas estabilizadas  o cotos, donde la distancia desde el suelo al agua subterránea da lugar a comunidades vegetales bien diferenciadas

Las sabinas están situadas en las zonas más elevadas y secas del manto arenoso, formando bosquetes. A medida que el suelo desciende y la capa freática es más cercana, surge el monte blanco o jaguarzal. Aquí la capa freática está a mayor profundidad, y las especies más representativas pertenecen a las familias de las jaras, aulagas y aromáticas propias del matorral mediterráneo, como el romero, tomillo y lavanda, que principalmente en primavera y verano florecen, salpicando de color el monte. Donde la capa freática y la superficie del suelo están más cerca crece el monte negro o brezal.

Cuando los árboles aparecen se configuran diferentes tipos de bosques. El alcornocal es la vegetación potencial en el ecosistema de arenas estables con cierto grado de humedad. Sin embargo su presencia es muy escasa. Solo quedan en Doñana bosquetes aislados, situados principalmente en la vera y en la zona norte del Parque Nacional. En las zonas más húmedas, junto al alcornoque aparecen los helechos. Acebuches y piruétanos acompañan a los alcornoques en otras ocasiones. Cuando el alcornoque empieza a escasear, el matorral alto y denso típico del monte mediterráneo prospera, con palmitos y mirtos, localmente llamado arrayán.

El pinar de pino piñonero es actualmente el arbolado más abundante en Doñana. El piñón supone una fuente de ingresos muy importante para muchas familias, así como un recurso alimenticio para muchos animales.

La vida de las plantas en la marisma

La marisma, en sus suelos de arcilla y limos, guarda el sabor salado del Guadalquivir. Por eso las aguas dulces de la lluvia o arroyos y caños, en contacto con la arcilla, adquieren diferente grado de salinidad.  Por otra parte, los microrelieves  marismeños y su cercanía a los cauces de agua hacen que la duración de las inundaciones sea diferente. Estos dos factores, salinidad y permanencia de las aguas, definen el crecimiento de diferentes tipos de plantas.

La vegetación de la marisma dulce o marisma de castañuela. En las zonas de ma-risma donde el aporte de agua dulce es mayor  y permanece durante más tiempo, predominan la castañuela y el bayunco. La castañuela sigue siendo una especie muy usada para la construcción de las chozas, y su rizoma, o tallo subterráneo, forma parte de la dieta de los invernales ánsares comunes.  

La vegetación de la marisma salada o marisma de almajo. Son las zonas ligeramente más elevadas donde el aporte de agua dulce es menor y la salinidad del suelo mayor. Las plantas dominantes son los almajos, que se recolectaban y utilizaban para la obtención de jabón, combinando su ceniza con sosa caustica.

Pequeños reductos de una vegetación particular

La diversidad ecológica del Parque Nacional de Doñana permite que se den algunas comunidades de plantas restringidas a zonas muy concretas.

La vegetación sumergida de marismas, lagunas y arroyos. Formada por una variedad de plantas acuáticas, sumergidas o flotantes. En la zona se conoce comúnmente como “Porreo”.

La vegetación de lagunas temporales o permanentes de agua dulce. Las lagunas y charcos de agua dulce de las zonas arenosas presentan en sus orillas bayuncos, eneas y lirios acuáticos, y en su interior, especies flotantes que prácticamente se han extinguido en Doñana, como el nenúfar amarillo, o son ya muy escasas como el nenúfar blanco. En algunas de estas lagunas se conservan especies relictas, amenazadas, muy escasas o extinguidas en el resto de la Península Ibérica y Europa, como el Hydrocharis morsus-ranae en aguas permanentes, y Caropsis verticillatinundata o Avellara fistulosa en lagunas temporales.

El bosque en galería de bordes de arroyos. Destaca el bosque de ribera del Arroyo de la Rocina, que posee una gran importancia como bosque relíctico. Además de las especies de sauces, fresnos y álamos, destaca la presencia del endemismo ibérico arraclán o sanguino, que posee gran importancia como indicador de riberas bien conservadas, y constituye la única población existente en zonas tan meridionales de la Península Ibérica y en tan baja cota.

Es fácil deducir que una flora tan dependiente del agua subterránea y de las aguas superficiales como la del Parque Nacional de Doñana, tenga en la pérdida o alteración de la calidad y cantidad de éstas su amenaza más importante. Sin embargo, existen otros riesgos como los derivados de los ungulados silvestres y domésticos (ciervos, gamos, jabalíes, vacas y caballos) que viven en Doñana: con su pisoteo pueden degradar sus hábitats y el exceso de herbivoría afecta a menudo a sus poblaciones, por lo que es necesario aplicar medidas de gestión para protegerlas.

La presencia de especies exóticas invasoras puede suponer una amenaza a las autóctonas, ya que las desplazan de sus hábitats naturales, que como hemos visto, pueden ser muy reducidos incluso a nivel mundial.

FAUNA


Grandes cifras y grandes nombres

El Parque Nacional de Doñana se descubrió al mundo como coto de caza y refugio para las aves. Desde entonces, su importancia ecológica se ha basado en sus valores faunísticos, especialmente en su condición de humedal que alberga una gran diversidad de aves acuáticas. Sin embargo, el elevado grado de conservación de sus ecosistemas permite que cuente también con una fauna de vertebrados e invertebrados de gran importancia, por su elevado número y la singularidad de algunas de sus especies.

El Parque Nacional acoge más de 400 especies de aves (unas 130 reproductoras habituales), unos 50 de mamíferos terrestres y marinos, 25 de reptiles, 11 de anfibios y más de 70 de peces, incluyendo el estuario. Son cifras excepcionales en Europa, que además incluyen especies de gran valor por encontrarse amenazadas a nivel planetario, como el lince ibérico, la tortuga mora, el salinete o el águila imperial.

Por otro lado, el conocimiento de los invertebrados de Doñana es relativamente escaso aunque son de vital importancia en la reproducción y dispersión de las especies vegetales, en el funcionamiento general de los ecosistemas y en las redes tróficas. Las especies de crustáceos acuáticos y los insectos constituyen la base alimenticia de muchas especies de vertebrados.

La continua investigación hace que en Doñana se sigan descubriendo especies. Entre las más recientes, la hormiga tartésica, muy abundante en los arenales del monte blanco.

En Doñana viven tres razas autóctonas en peligro de extinción: el caballo de la retuerta, caballo marismeño y vaca marismeña. Todas están registradas en el catálogo Oficial de Razas de Ganado de España. Se trata de especies con un origen ancestral, y con una vida vinculada históricamente al Parque Nacional, en régimen de semi-libertad.

Pero el fenómeno que convierte a Doñana en un espacio de excepcional importancia para la fauna es la migración de sus aves.

La fauna en movimiento. La vida en los humedales

Doñana, por su ubicación geográfica al sur de Europa y cerca del continente africano, es un lugar de vital importancia para muchas aves migratorias que encuentran aquí un lugar de invernada o de cría. Algunas especies vienen de lugares cercanos y otras proceden de regiones muy alejadas, y Doñana no es siempre el punto de destino de estas aves. Muchas escogen estas tierras como área de descanso y alimento en sus largos viajes entre Europa y África. Entre los millones de aves que anualmente pasan por este territorio las hay muy diferentes: rapaces, zancudas, limícolas, gaviotas, palomas o incluso pequeños pájaros; pero las más notorias por su abundancia y vistosidad son las acuáticas.

Las aves acuáticas en Doñana están muy bien representadas, especialmente por las poblaciones migratorias invernales. Cuando en el norte de Europa comienzan las primeras nevadas y las aguas se hielan, el territorio ofrece muy poco alimento para un gran número de aves que deben iniciar sus viajes migratorios. En esos momentos, las primeras lluvias y el rocío de la mañana hacen renacer en Doñana una trama de humedales que ofrece abundante alimento para las aves. Doñana, noche tras noche, se va llenando de graznidos gozosos. Las aves invernantes habitan estas tierras entre octubre y febrero, y entre ellas destaca por su número el ánsar común.

Avanza el tiempo, crecen los días y suben las temperaturas: ya es primavera. Las tierras del norte ofrecen alimento renovado y cobijo a quienes deben emprender su marcha para la cría; desde el África subsahariana, otras poblaciones van llegando. Buscan el alimento que ya escasea en sus refugios de invierno, con la premura de instalar sus nidos. Son las aves estivales, que de principios de marzo hasta finales de agosto viven en Doñana.

Además del amplio abanico de especies de aves distintas que concurren en este territorio, cabe resaltar la gran abundancia y concentración de muchas de ellas. En un solo invierno, en Doñana se pueden concentrar ser unos 200.000 individuos.

El ánsar común es una de las especies emblemáticas de las Marismas del Guadalquivir. A Doñana llega cada año la población que se reproduce en los países escandinavos, Holanda, Alemania, oeste de Polonia y la República Checa, por lo que la salud y el número de sus poblaciones dependen en gran medida de las condiciones que se encuentren en estas Marismas.

En el Parque Nacional se cazaron ánsares hasta 1983, aprovechando la costumbre de estas aves de ir a la duna más alta y extensa de Doñana, el Cerro de los Ánsares, para “comer arena”. La ingestión de arena y pequeñas piedrecitas les ayuda a digerir los rizomas de castañuela, uno de sus principales alimentos durante la invernada. Contemplar al amanecer grandes bandos de ánsares volando desde la marisma a la cresta de esta duna, es uno de las experiencias más hermosas de Doñana. Aún hoy sigue existiendo un número importante de perdigones de plomo en esta duna que son ingeridos por los ánsares. Su acumulación puede desembocar en la enfermedad letal denominada plumbismo. Actualmente, la retirada de plomo de este Cerro es una tarea habitual del voluntariado y la sensibilización ambiental en el Parque Nacional de Doñana.

Antes de abandonar la marisma, nos detendremos en dos especies que despiertan gran curiosidad: el morito y el flamenco.

El morito común es el único ibis europeo, y aparece catalogado a nivel nacional como ave de interés especial. No nidificaba en las Marismas desde hacía décadas y lo volvió a hacer a partir de 1996, tras la fuerte sequía de los primeros años noventa, pasando de siete parejas reproductoras en 1996 a casi 2500 en 2010. Los moritos se instalaron en el Lucio Cerrado Garrido, junto al Centro de Visitantes José Antonio Valverde, convirtiéndose en un recurso de gran interés para la divulgación en Doñana.

Muchos visitantes creen que el flamenco común es una de las aves reproductoras más características de Doñana. Sin embargo, esta especie se considera como reproductora ocasional en las Marismas del Guadalquivir ya que solo intenta la cría en años en los que las precipitaciones proporcionan zonas adecuadas para ello. Fue en las Marismas de Doñana, en 1883, donde la observación de los nidos de flamencos permitió describir por primera vez la posición y forma de incubación de los flamencos con exactitud, ya que durante los dos siglos anteriores se había creído que el flamenco permanecía de pie en un nido construido hasta su altura, tal y como había sido descrito en el S. XVII

Diversidad y emblemas. La vida en las arenas

En la playa del Parque se pueden ver durante todo el año dos especies de limícolos: el chorlitejo patinegro, que se reproduce en escaso número por encima de la zona mareal y el correlimos tridáctilo, que se reproduce en tierras árticas. No es la costa de Doñana un lugar importante para la reproducción de las aves, aunque la presencia de limícolos y gaviotas de varias especies supone un atractivo para cualquier visitante. Por otro lado, la costa de Doñana aloja a mamíferos marinos como el delfín mular y la marsopa común. A su orilla, arrastrados por las mareas, llegan tortugas marinas, rorcuales y varias especies de delfines, la mayoría de las veces ya sin vida. Pero su presencia ofrece una gran cantidad de información para conocer la diversidad de la vida marina, y en algunos casos, sus amenazas.

En las zonas arenosas de los cotos y la vera habita la mayoría de los mamíferos terrestres, reptiles y anfibios de Doñana.

Entre los mamíferos, cabe destacar la comunidad de carnívoros, compuesta por nueve especies, entre las que se encuentra el escasísimo lince ibérico.

El lince ibérico, el felino más amenazado del mundo, es una especie exclusiva de la península ibérica. Entre los años 80 y la actualidad su situación ha mejorado notablemente gracias a un importante esfuerzo tanto en sus poblaciones en el medio natural como con los Programas de cría en Cautividad que están en marcha. El lince es sin duda el emblema de la fauna de Doñana y su conservación se ha convertido en una preocupación de toda la sociedad

Otro grupo muy interesante de mamíferos es el de los Quirópteros o murciélagos, de los que se ha descrito la presencia de doce especies. Destaca el nóctulo gigante, con una envergadura en vuelo de casi medio metro, que habita en ciudades como Sevilla y Jerez de la Frontera y usa el Parque Nacional de Doñana como cazadero.

En las zonas de sustrato arenoso de Doñana se ha registrado la totalidad de la fauna de anfibios, las tres especies de urodelos y las ocho de anuros de los que solo una se encuentra amenazada con la categoría de vulnerable. Se trata del tritón pigmeo especie endémica de la Península ibérica, limitada al centro y sur de Portugal y a la mitad meridional de España.

Entre las rapaces, el águila imperial ibérica es el emblema alado de Doñana. El esfuerzo de las administraciones por su conservación ha permitido estabilizar una población en Doñana en torno a las 10 parejas, aunque con fluctuaciones anuales. Otra rapaz, que no hace mucho tiempo volaba a sus anchas por estas tierras, sufre estos días un inexorable declive como reproductora. Se trata del milano real. Doñana supone, prácticamente, la última zona de reproducción del milano real en Andalucía, con más del 90% de las parejas censadas.

VALORES CULTURALES


Doñana habitada

El Parque Nacional de Doñana alberga uno de los ambientes más singulares y ricos de España, el humedal, del que es quizás su máximo exponente en Europa. Se asienta sobre la depresión del Guadalquivir y, por tanto, su origen y evolución son producto del cierre y relleno constante del estuario del río.

Doñana y su comarca son tierras llanas encajadas entre las antiguas terrazas del río; de este modo, la ausencia de relieves acusados es el rasgo más distintivo y más impresionante de este territorio. En la inmensidad horizontal de las marismas, las únicas referencias claras son los árboles aislados y las escasas construcciones que aparecen como espejismos en los ardientes veranos.

Este territorio ha acogido durante milenios a sucesivas culturas con una economía basada en el aprovechamiento de las ricas tierras, arroyos, ríos y mar que ofrecían pastos para el abundante ganado y variada caza y pesca; miel, sal y materias primas para sus herramientas y viviendas.

Los límites o fronteras de Doñana son sus gentes; un variado mosaico humano, repartido hoy día por las poblaciones aledañas y ciertos enclaves del Parque. Los paisajes de Doñana han sido modelados por sus habitantes a través de unos usos respetuosos con la naturaleza que aportan un alto grado de diversidad a uno de los territorios mejor conservados del viejo continente.

La Historia de Doñana se pierde en las sombras y leyendas lejanas de los Tartessos. ¿Estará la mítica  arshish bajo las arenas de Doñana como imaginó Schülten?, ¿serán los ganados marismeños descendientes de los fantásticos toros del rey Gerión?

Durante años la pesca, la agricultura, la ganadería y la caza han caracterizado el talante de este territorio y han propiciado un modo de entender y vivir especial en las gentes de Doñana. De otro lado, su mantenimiento como grandes latifundios en manos de la nobleza o la burguesía hasta su declaración como Parque Nacional y su uso casi exclusivo como cazadero, han permitido mantener estos lugares extraordinariamente conservados hasta hoy.

Trasiego de gentes

Doñana no puede entenderse sin comprender la íntima relación humana con la naturaleza que ha hecho de este territorio lo que es hoy día.

Los primeros pobladores descubrieron la infinidad de oportunidades que se les ofrecía. Desde entonces, la pesca, la caza, la ganadería  y la recolección de diversas materias primas han sido las principales actividades, modos de vida muy ligados al aprovechamiento de los recursos que han marcado una particular manera de entender la convivencia con el medio. Hoy algunos de estos usos tradicionales han desaparecido, como el carboneo, y otros  perviven con las inevitables modificaciones que hacen el trabajo más cómodo y rentable.

Antaño se vivía en chozas, algunas todavía en uso, que se elaboraban a partir de vegetación y otros materiales cercanos. Una estructura sólida de madera de sabina, una primorosa cubierta de castañuela o junco, una solería pacientemente elaborada con barro y conchas marinas y algunas arpilleras blanqueadas con cal que aislaban las habitaciones, servían para construir la casa de familia. La unidad familiar lo constituía el Rancho, que se rodeaba con vallas de brezo y en su interior se instalaban varias chozas, gallineros, un pozo, porches y arriates de flores. La choza principal servía para cocinar y hacer la vida, y las segunda y tercera servían de dormitorios en las familias numerosas.

Cerca de las viviendas se concentraban otras chozas más humildes que servían de cuadras.

En los alrededores de estos poblados había huertas, a veces comunales y otras privadas, que los propios pobladores construían excavando pequeños bancales de poco más de medio metro de profundidad y rodeaban de una valla de brezo para evitar que los grandes herbívoros terminaran con la cosecha. La humedad propia del terreno y la proximidad del agua subterránea tocando las raíces de las hortalizas, hacía innecesario el riego, a la vez que permitía varias cosechas anuales.

Cada familia disponía de sus propias colmenas que eran atendidas por los más ancianos. Un cilindro de corcho de los alcornoques era todo el material necesario para instalar los enjambres.

Además de la caza de aves, liebres, conejos y grandes herbívoros, en primavera se recolectaban los huevos de las acuáticas y un poco más tarde, los patos «mancones», a los que la muda de las plumas impide temporalmente volar.

Las grandes monterías se reservaban para los propietarios y sus invitados, con frecuencia visitantes ilustres, y para los arrendatarios; en estas ocasiones los guardas participaban acorralando la caza.

Otra actividad habitual era la pesca, bien en el mar, en el río o en caños y lucios marismeños. Durante siglos las grandes almadrabas atuneras, instaladas a lo largo de la costa por el Ducado de Medina-Sidonia, contribuyeron a crear un modo de vida particular que perduró hasta bien entrado el siglo XX.

Tareas periódicas como la recolección de espárragos, horquillas para la recogida de las piñas de donde se extraían los piñones, sanguijuelas… ocupaban y aportaban ingresos extra para el sostenimiento familiar.

Las salinas, probablemente de origen romano, cuyos restos perviven en el interior del Parque, permitían extraer la sal necesaria para el consumo diario y ofrecían trabajo a un buen número de personas en las diversas temporadas.

De todas los elementos culturales que representan a Doñana y su Comarca, el caballo y la espiritualidad son los más arraigados. La saca de las Yeguas, con más de 500 años de antigüedad, es una tradición que se repite cada año cuando ganaderos de Almonte recogen al ganado caballar que pasta en la marisma para llevarlo hasta Almonte, donde se preparan para la feria del ganado en torno a los días de San Pedro, su patrón.

La devoción a las diosas ya se constata en este territorio desde muy antiguo. El yacimiento de El Tesorillo, en La Algaida (Sanlúcar de Barrameda), parece haber estado en uso desde principios del siglo V hasta el siglo I a. C. y sabemos que acogió un santuario portuario prerromano, al que acudían los navegantes, comerciantes y viajeros para invocar la protección de una diosa astral. Se trataba fundamentalmente de un lugar de culto, donde se ha hallado numeroso material votivo y otros restos relacionados con ofrendas; lugar de culto de la diosa Astarté, fenicia o tartesa, la diosa romana Venus, y muy probablemente, el lugar que Estrabón, geógrafo e historiador griego de los siglos I a.c. y I d.c. llamó Luciferi Fanum, quod vocant lucem dubiam: “El Templo del Lucero al que llaman Luz Dudosa”

Unos siglos más adelante, el culto a otra diosa, ésta cristiana, la virgen de las Rocinas o Virgen del Rocío, supone la mayor movilización de personas en este territorio, ya que cada lunes de Pentecostés cientos de miles de personas se dirigen a la Aldea del Rocío, en el borde de la la Marisma del Parque Nacional de Doñana para rendir devoción a la Virgen del Rocío, madre de las Marismas.